miércoles, 18 de julio de 2012

Reflexiones sobre el “chichafé” cubano

(Tomado de La Chiringa de Cuba)
 
 

Metatarsis, tomando café. (Versión estética para el paladar) 
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El chichafé cubano: 50% café + 50% de chícharos

Por Lukaz Ricardo Cavied, en Amaneceres de Lukas

Sin medir secuelas inmediatas me confieso amante de arrojos. Un acto de arrojo acaso visto como alevosía en pleno siglo XXI puede ser, por ejemplo, declararse comunista. Hay en ese concepto toda una representación del extremo -en este caso el extremo izquierdo- que pone los pelos de punta a más de uno.
 Aclaro algo: Soy un comunista convencido que no cree en el doble discurso. No me las sé todas –faltaba más-, pero hay en la vida dos cosas muy prácticas: decir lo que se piensa y aplicar la lógica. Ser honesto y racional me parecen, por demás, las condiciones sine qua non del comunista.
 Convidado por un amigo a tomar café iniciamos una metatarsis-palabra que se me antoja simbiosis de metatranca con catarsis-, que normalmente comienza por cruzar ideas simples, hasta que nos vemos atrapados en una madeja tal que la solución práctica es abandonar el asunto, como para que venga otro y lo desenrede.
 Como dije antes: estábamos tomando café. Pero a los diez minutos -metatarsis mediante- concluimos que lo que estábamos tomando era chichafé -50% chícharo y 50% café- lo cual definimos con ayuda de la matemática, la más lógica de las ciencias.
 Qué decirles; yo estudié Diseño, hice madrugadas maratónicas acabando proyectos. En fin, me envicié con el néctar negro en pleno auge de la Batalla de Ideas, cuando fue anunciado en un solo paquete, guaguas Yutong, cazuelas chinas, refrigeradores, chocolatín y lo que más me gustó: el café 100% puro.
 Luego, en el ocaso de aquella bonanza, -mal aprovechada por más de uno- se impuso el cambio de mentalidad, el ahorro de todo tipo de recursos y el regreso al café mezclado, que tuvo una explicación económica, pero no lógica. Y explico por qué pienso así:
 A mi núcleo le tocan 3 paqueticos de chichafé que alcanzan para 15 días. Los otros 15 días los cubrimos comprando 3 sobres más, “por la izquierda”.
 El chichafé que me toca por la bodega cuesta 4 pesos, mientras en el mercado alternativo -me resisto a llamarle mercado negro y mucho menos subterráneo, pues se haya a flor de piel- encuentras chichafé a 15 pesos. Es, con ligeras variaciones, el mismo producto químico. En la bodega está subsidiado, esto significa que el Estado invierte millones para asegurarlo. Pero lo que el Estado no puede  explicar es por qué parece haber la misma cantidad de chichafé en la calle como en la bodega ¿alcanzará para aumentar la cuota? ¿La OFICODA estará clara de cuantos cubanos somos? ¿Nos estarán contando doble?
 Una cosa está clara: el chichafé del contrabandista resulta una inversión cero con ganancia neta. El que pierde es el Estado.
 En eso me tiro con la guagua andando y pongo sobre la mesa dos propuestas de solución, una difícil y una fácil:
 La difícil primero: Digamos que los mecanismos de control –inspectores, administradores, policías- funcionen y se impida que el bodeguero, o quién sabe si la propia fábrica, desvíe el chichafé, o la envoltura donde se empaqueta el mismo, a manos del bandidista. -Entiéndase este último término como mezcla de “bandido” con “cuentapropista”, para injusto descredito de los segundos, llamados, con razón, a salvar la economía nacional.
 Muchas veces los bandidistas tienen licencia para algo que unos llaman revender, otros meroliquear y otros acaparar. El hecho es que si se corta la vía de ingreso del bandidista y acoplamos un precio por la libre, a 7 pesos -ni para unos ni para otros- pues adivinen qué: ¡El Estado duplicaría su ganancia! Lo cual, matemáticamente equivaldría -quién sabe- a duplicar amortización, duplicar sueldos y duplicar producción, en otras palabras duplicar el componente Café y eliminar el Chícharo.
Luego, la solución fácil es tan obvia que no creo justo pensar que se me haya ocurrido a mí: me dan mi paquetico cada dos meses, pero 100% café, y más tranquilos, nos dejamos de eufemismos.
 Casi seguro me veré aún necesitado de completar el consumo acudiendo al bandidista, que para entonces puede haber logrado esquivar la solución difícil y seguir “acortando” la distancia entre la fábrica y el consumidor, pero con la probabilidad de que el producto sea genuino.
Ahí les dejo las dos opciones. Inviten a todo cubano a su alcance, con semblante de economista, diputado, intelectual o hablador de esquina a plasmar su propuesta. Esta sociedad sobreviviente está ávida de una lluvia… de ideas -otra más, que por ti no quede-. Y ahora, hago como que me alejo, tarareando esa tonada dominicana que decía: ojalá que llueva chichafé en La Habana… que a mitad de la caída tope con el filtro y resulte un aguacero de café cubano. De acuerdo, esa no es la letra, pero a estas alturas unos versionan licores… y otros canciones. Lo segundo es menos grave.

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