Reflexiones sobre el “chichafé” cubano
(Tomado de La Chiringa de Cuba)Metatarsis, tomando café. (Versión estética para el paladar)
Por Lukaz Ricardo Cavied, en Amaneceres de Lukas
Sin medir secuelas inmediatas me
confieso amante de arrojos. Un acto de arrojo acaso visto como alevosía
en pleno siglo XXI puede ser, por ejemplo, declararse comunista. Hay en
ese concepto toda una representación del extremo -en este caso el
extremo izquierdo- que pone los pelos de punta a más de uno.
Aclaro algo: Soy un comunista
convencido que no cree en el doble discurso. No me las sé todas –faltaba
más-, pero hay en la vida dos cosas muy prácticas: decir lo que se
piensa y aplicar la lógica. Ser honesto y racional me parecen, por
demás, las condiciones sine qua non del comunista.
Convidado por un amigo a tomar café iniciamos una metatarsis-palabra que se me antoja simbiosis de metatranca con catarsis-,
que normalmente comienza por cruzar ideas simples, hasta que nos vemos
atrapados en una madeja tal que la solución práctica es abandonar el
asunto, como para que venga otro y lo desenrede.
Como dije antes: estábamos tomando café. Pero a los diez minutos -metatarsis
mediante- concluimos que lo que estábamos tomando era chichafé -50%
chícharo y 50% café- lo cual definimos con ayuda de la matemática, la
más lógica de las ciencias.
Qué decirles; yo estudié Diseño, hice
madrugadas maratónicas acabando proyectos. En fin, me envicié con el
néctar negro en pleno auge de la Batalla de Ideas, cuando fue anunciado
en un solo paquete, guaguas Yutong, cazuelas chinas, refrigeradores,
chocolatín y lo que más me gustó: el café 100% puro.
Luego, en el ocaso de aquella bonanza,
-mal aprovechada por más de uno- se impuso el cambio de mentalidad, el
ahorro de todo tipo de recursos y el regreso al café mezclado, que tuvo
una explicación económica, pero no lógica. Y explico por qué pienso así:
A mi núcleo le tocan 3 paqueticos de
chichafé que alcanzan para 15 días. Los otros 15 días los cubrimos
comprando 3 sobres más, “por la izquierda”.
El chichafé que me toca por la bodega
cuesta 4 pesos, mientras en el mercado alternativo -me resisto a
llamarle mercado negro y mucho menos subterráneo, pues se haya a flor de
piel- encuentras chichafé a 15 pesos. Es, con ligeras variaciones, el
mismo producto químico. En la bodega está subsidiado, esto significa que
el Estado invierte millones para asegurarlo. Pero lo que el Estado no
puede explicar es por qué parece haber la misma cantidad de chichafé en
la calle como en la bodega ¿alcanzará para aumentar la cuota? ¿La
OFICODA estará clara de cuantos cubanos somos? ¿Nos estarán contando
doble?
Una cosa está clara: el chichafé del contrabandista resulta una inversión cero con ganancia neta. El que pierde es el Estado.
En eso me tiro con la guagua andando y pongo sobre la mesa dos propuestas de solución, una difícil y una fácil:
La difícil primero: Digamos que los
mecanismos de control –inspectores, administradores, policías- funcionen
y se impida que el bodeguero, o quién sabe si la propia fábrica, desvíe
el chichafé, o la envoltura donde se empaqueta el mismo, a manos del bandidista. -Entiéndase
este último término como mezcla de “bandido” con “cuentapropista”, para
injusto descredito de los segundos, llamados, con razón, a salvar la
economía nacional.
Muchas veces los bandidistas tienen licencia para algo que unos llaman revender, otros meroliquear y otros acaparar. El hecho es que si se corta la vía de ingreso del bandidista
y acoplamos un precio por la libre, a 7 pesos -ni para unos ni para
otros- pues adivinen qué: ¡El Estado duplicaría su ganancia! Lo cual,
matemáticamente equivaldría -quién sabe- a duplicar amortización,
duplicar sueldos y duplicar producción, en otras palabras duplicar el
componente Café y eliminar el Chícharo.
Luego, la solución fácil es tan obvia
que no creo justo pensar que se me haya ocurrido a mí: me dan mi
paquetico cada dos meses, pero 100% café, y más tranquilos, nos dejamos
de eufemismos.
Casi seguro me veré aún necesitado de completar el consumo acudiendo al bandidista, que
para entonces puede haber logrado esquivar la solución difícil y seguir
“acortando” la distancia entre la fábrica y el consumidor, pero con la
probabilidad de que el producto sea genuino.
Ahí les dejo las dos opciones. Inviten a
todo cubano a su alcance, con semblante de economista, diputado,
intelectual o hablador de esquina a plasmar su propuesta. Esta sociedad
sobreviviente está ávida de una lluvia… de ideas -otra más, que por ti
no quede-. Y ahora, hago como que me alejo, tarareando esa tonada
dominicana que decía: ojalá que llueva chichafé en La Habana… que a mitad de la caída tope con el filtro y resulte un aguacero de café cubano. De acuerdo, esa no es la letra, pero a estas alturas unos versionan licores… y otros canciones. Lo segundo es menos grave.
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