miércoles, 21 de diciembre de 2011

CUBA: UNA NACIÓN SOÑADA POR MAESTROS

“He aquí nuestra divisa: ¡Reunámonos, e instruyámonos,
mejorémonos: tengamos patria, tengamos patria.”

Don José de la Luz y Caballero.


Por Carlos Rodríguez Almaguer.

Cuando en su artículo sobre “La Instrucción pública”, aparecido en el Mensajero Semanal, el padre Félix Varela afirmaba que “el fomento de la instrucción pública es una obligación que puede llamarse popular”, y concluía categórico que “la necesidad de instruir a un pueblo es como la de darle de comer, que no admite demora”, estaba sentando los fundamentos sobre los que habría de basarse todo el pensar pedagógico que, en el caso singular de la historia de Cuba, quiere decir también el pensar filosófico, político, patriótico y esencialmente revolucionario que lo sucedería.

Si Varela tenía conciencia de que “tener” —ocuparse de— las escuelas era el único modo de “tener” a Cuba por la vía más perdurable en las cosas humanas, que es el fomento de sólidos valores morales porque “no hay patria sin virtud”,  su discípulo don José de la Luz y Caballero complementaría este pensamiento asumiendo que la educación de los niños que habrían de nutrir la población adulta de la Isla debía ser conforme a los elementos reales del país, y a sus posibilidades. Este concepto lucista, profundamente revolucionario sería retomado por José Martí como núcleo central del problema americano en su evangélico ensayo “Nuestra América”, publicado en 1891, hace ya 120 años.

En sus Escritos educativos, precisará Luz que “ni en la substancia ni en el modo debe concebirse un plan para La Habana como se concebiría para Londres o para Berlín. Trátase de presentar el proyecto más aplicable al país, con arreglo a lo que se pide y con los elementos con que se cuenta.” Además de calificar de impropio y antipatriótico enviar a los niños a prepararse en el extranjero, con lo que sustituiría “una lengua extraña a la nativa” y contraería “hábitos distintos y quizás contrarios a los de su futura sociedad”, consideraba la educación de las nuevas generaciones como la mayor responsabilidad social en la que todos debían aportar su parte de manera oportuna y armónica: “contribuyamos, contribuyamos todos, y vosotros sois los primeros cooperadores natos, padres, profesores y patriotas, cada uno por su parte, para alcanzar el punto de perfección al que aspiramos.”

El maestro del colegio El Salvador asumía la educación como un sistema integrado tanto en estructura como en contenido y aspiraciones. Dirá que “en la complicada máquina de la educación no hay rueda alguna indiferente, por más pequeña que parezca; todas han de conspirar simultáneamente a la unidad y uniformidad del sistema”, pues aún cuando las reformas educativas podían hacerse en los niveles superiores, creía que “es más segura y más general yendo de abajo hacia arriba, o sea, de las clases primarias a las secundarias.” Aquel que, siendo sabio él, no dedicó su tiempo a poner lo que sabía en los “libros que agradecen” sino “en las almas que suelen olvidar”, asumía que la práctica o la teoría, cada una por sí sola, valía muy poco, solo juntas cumplían su cometido, porque a pesar de los miles de libros publicados sobre educación, “por mi parte no vacilo en asegurarles que es más fácil hacer un libro que educar a un niño.”

De tal modo influyó este maestro en sus estudiantes que, sin necesidad de hablarles mal de España, los propios intelectuales españoles confesarían que Luz había educado una generación de cubanos en el odio a España, cosa que no es cierta en el sentido del empleo del odio como premisa, sino que lo que estos llaman “odio a España” no es para aquel “silencioso fundador” sino amor por Cuba. Por eso Manuel Sanguily recordará después como al sonar la hora de la libertad en La Demajagua, “aquella santa casa se quedó vacía”. 

Además del contenido y el sentido de la educación cubana, uno de los discípulos de Don Pepe, el maestro Rafael María de Mendive, le añadirá en la práctica el componente de lo que pudiéramos llamar una “espiritualidad colectiva”, al convertir su colegio San Pablo —porque Luz había llamado al suyo El Salvador— en lo que más tarde su alumno predilecto, José Martí, habría de considerar, refiriéndose al deber ser de toda escuela, como “una fragua de espíritus”. Las tertulias frecuentes en la casa de Mendive, así como el hecho de que este maestro atraía a su escuela a muchos de sus amigos letrados, y también su basta cultura, convierten al colegio San Pablo en un hervidero cultural, es decir, ideológico. Mendive, como Varela y Luz, asume la educación como un apostolado en el que, si bien las materias y los métodos impartidos podían instruir a sus alumnos, solo el ejemplo personal, el respeto y la inspiración del profesor podían verdaderamente educarlos. Y en este sentido la educación cubana establece desde sus orígenes su principio esencial consistente en que educar es mucho más que instruir la mente y ejercitar el cuerpo: es educar el corazón además de la inteligencia; prepararlo, no para cualquier tipo de vida, sino para la vida en Cuba conforme a los elevados principios éticos y humanistas que inspiraron en aquellos Padres Fundadores el ideal de República con vocación universal y una espiritualidad originalísima.

Será a su vez José Martí, el más universal de los cubanos, Maestro de su pueblo y Apóstol de su vida futura independiente, soberana y solidaria, quien complementará esa pedagogía con dos elementos que, si bien venían señalándose desde antes, no habían alcanzado el relieve necesario: el amor y la práctica. Lo que la insigne pedagoga cubana Lidia Turner Martí ha llamado la “pedagogía de la ternura”, es lo que Martí pone por base del sistema educativo cubano a la altura en que lo encuentra y le aporta. Un elevado concepto de sí mismo en el hombre, porque el respeto propio es la base del respeto ajeno, y este a su vez es el fundamento primigenio sin el cual no puede organizarse una sociedad; la idea luminosa de no ofender jamás la dignidad humana en la propia persona ni en las demás, es la clave para el tantas veces socorrido y olvidado “amor al prójimo”. Y la práctica, para que cada niño aprendiera por sí, con lo que se garantizaría el ejercicio propio a cada hombre.

El ideario pedagógico de José Martí se nutre de muchísimas fuentes, y tiene como elemento aglutinador la extensa cultura del Maestro; es universal porque sabe ajustarse a los límites de su espacio y de su tiempo, y a la vez los trasciende. De ahí que, después de Martí, los excelentes pedagogos que han pensado en Cuba se han inspirado en aquel su ideal de hombre que viviría en su República Moral, porque “sólo la moralidad de los individuos conserva el esplendor de las naciones”. Siguiendo sus enseñanzas, se ha asumido lo mejor de la pedagogía universal, y se ha injertado en el tronco de la nuestra. Cuando no se ha sabido respetar este principio, se ha caído en errores. En la cartilla del maestro cubano, junto a las Cartas a Elpidio, del padre Varela, a los Aforismos de José de la Luz, y a los escritos pedagógicos martianos —que lo son todos— debe estar siempre esta definición acabada de lo que debemos entender por educar: “es depositar en cada hombre toda la obra humana que le ha antecedido: es hacer de cada hombre resumen del mundo viviente, hasta el día en que vive: es ponerlo a nivel de su tiempo, para que flote sobre él, y no dejarlo debajo de su tiempo, con lo que no podría salir a flote; es preparar al hombre para la vida.”                        
  
La Campaña de Alfabetización, hace medio siglo, constituyó el mejor homenaje de la Revolución naciente a aquellos padres fundadores, maestros de escuela todos, que tuvieron la grandeza de soñar, en medio de las peores condiciones políticas y morales que pueblo alguno haya sufrido, con una nación singular que, tomando por fundamento la educación de sus hijos en el respeto a la dignidad humana y la justicia, exaltara las conquistas realizadas por el hombre a lo largo de su historia, y se protegiera a la vez de sus desvíos y retrocesos. El pueblo cubano ha estado a la altura de quienes vivieron, padecieron y murieron por él, sabiendo que, si la escuela y la educación eran nuestras, un día Cuba habría de serlo también. Y Cuba es nuestra. 

lunes, 5 de diciembre de 2011

EN EL CONTINENTE DE LA LUZ


“¡Oh!; de aquí a otros cien años,
ya bien prósperos y fuertes nuestros pueblos,
y muchos de ellos ya juntos,
la fiesta que va a haber llegará al Cielo!”

José Martí.
El Centenario de Bolívar, La América, Nueva York, Agosto de 1883.

Por Carlos Rodríguez Almaguer.


De júbilo han sido, y de ternura, las jornadas iniciales de este diciembre desde ya inolvidable. Dos siglos hemos tenido que batallar y sufrir en la joven América para que las banderas de nuestras dolorosas repúblicas se vean unidas por voluntad propia, sin que las convide y las encierren las garras del águila rapaz y codiciosa que simboliza al norte revuelto y brutal que nos desprecia.

De Martí y de Bolívar se habló constantemente en estas jornadas, y no por aquel “patrioterismo” estéril que va por los aires restallando y zumbando consignas de papel y languidece, y muere, flotando a la deriva a cien metros de la realidad; sino por el verdadero patriotismo, el que  pone el alma de raíz para no secarse y subordina al interés mayor de la idea sublime que le calienta el pecho, la bolsa y la hacienda; que la vida vale más y cientos de miles a lo largo de estos dos siglos se la han sacrificado también. De hechos concretos fueron estas reuniones, y no de quimeras. De lo posible, viable e inmediato se trató, pensando en los imposibles venideros. De hormigón armado parecían los discursos, y arquitectos constructores aquellos oradores. No se prometieron unanimidades “de polvos de arroz”, sino honestas discusiones y consensos sinceros, entre los que han de andar juntos por las vías tortuosas de las relaciones mundiales contemporáneas.

Todo lo podrá en lo adelante “nuestra América capaz e infatigable”, si hombres, gobiernos y pueblos nos atenemos a la palabra martiana que nos dice “cumpla cada uno su parte de deber y nadie podrá vencernos”. Mucho hemos de conocer, coordinar y trabajar juntos para el bien de todos los hijos de nuestra madre América, los que hasta ahora hemos estado durante cinco siglos divididos, desconocidos, descoordinados, trabajando para engordar y enriquecer a nuestros dueños mientras nosotros mismos nos moríamos de hambre.

Sobre 20 millones de kilómetros cuadrados –que guardan bajo su suelo, custodiadas por las entrañas de fuego de sus magníficos volcanes, las mayores reservas de agua, gas, petróleo y minerales que existen en el planeta— se unen 33 países que agrupan 540 millones de personas con similares culturas, religiones y lenguas.

Esta nueva nación que surge, y que habremos de amasar y de configurar con nuestras propias manos con paciencia y decoro, habrá de ser la clave para evitar el descalabro al que arrastran al planeta la vetusta y decadente Europa, y los prepotentes, ambiciosos y desmoralizados Estados Unidos de Norteamérica. De entre inconmensurables dolores y atropellos, ha venido de menos a más nuestra América “original, fiera y artística”, porque ha sabido levantarse con sus indios, sus cholos, sus rotos, sus guajiros y sus negros. “Estas naciones se salvarán” como repitió Martí citando a Rivadavia el argentino, “con el genio de la moderación que parece imperar, por la armonía serena de la Naturaleza, en el continente de la luz”, porque han comenzado a ajustar al cuerpo y al alma originales con que nacieron, la mente que hasta ahora se importaba de Europa o de los Estados Unidos. Solos hemos peleado; venceremos solos, o con los que quieran ayudarnos sin que tengamos que doblar la cerviz ni hacer concesiones que ofendan nuestro decoro.

Si tuviera que resumir, en breves frases, mis impresiones sobre esta reunión constitutiva de la unidad de nuestra América, lo haría con las mismas palabras con que terminó Martí sus impresiones sobre la reunión a que asistieron, en una tierra extraña, un grupo numeroso de hispanoamericanos agradecidos para conmemorar el Centenario de Bolívar: diría otra vez que este cónclave “No fue de odiadores, ni de viles, sino de hombres confiados en el porvenir, orgullosos del pasado, enérgicos y enteros.”



 

viernes, 14 de octubre de 2011

EN LÍNEA CON EL ALMA


“A los obreros razonadores, mesurados, activa, lenta
y tremendamente enérgicos, no los vencerá jamás,
en lo que sea justo, nadie.”

José Martí.
La América. Nueva York, septiembre de 1883

Por Carlos Rodríguez Almaguer.


Muchas son, y cotidianas, las oportunidades que tenemos los cubanos de comprobar en la práctica, con cuánta razón Martí y Fidel han sostenido que el genio es masivo, que el verdadero sabio es el pueblo. Este 13 de octubre tuve la oportunidad de participar en el Primer Coloquio de Valores que, bajo la advocación de las figuras de Camilo y Che, realizó la vicepresidencia de ETECSA en la provincia de La Habana.

Asistí como conferencista para hablar de los valores, específicamente y a solicitud de ellos, de la Unidad como premisa de cualquier colectivo humano, y recibí a cambio la mejor de las disertaciones al escuchar luego los trabajos que presentaron allí los obreros, técnicos y especialistas a partir de su experiencia diaria. Con cuánto entusiasmo explicaban a sus compañeros, no solo lo que hacen y las soluciones que han encontrado a los problemas que las diversas circunstancias les plantean, sino el placer que experimentan al ver a los demás aplicados en la misma función, cada uno en su oficio.    

Todos los trabajos, desde una ponencia teórica sobre el pensamiento económico del Guerrillero Heroico como factor de unidad en la actualización de nuestro modelo económico, pasando por las formas coordinadas de enfrentamiento al vandalismo contra las redes de comunicación, hasta un audiovisual presentado por una sensible y cubanísima trabajadora de servicio, sobre las impresiones que en ella y en los jóvenes del colectivo provocó el reciente ascenso al Turquino, organizado por una estructura de base de la UJC en homenaje al Che y en demanda de justicia por nuestros Cinco Héroes, remitían a la necesidad de fortalecer la unidad entre los integrantes de las diferentes estructuras en que laboran para hacer avanzar al colectivo. Sin embargo, detrás de cada una de estas demandas de unidad bullía, acaso sin que lo percibieran, otro valor sin duda imprescindible para alcanzar aquella: la solidaridad.

Es frecuente, aún cuando podemos y debemos hacer más en cuanto a las vías y los modos, el trabajo con los valores en los colectivos educacionales, políticos y académicos, sin embargo, no suele ser común, al menos en lo que se divulga, esta misma labor, de primerísima necesidad, en los colectivos laborales. Sabemos que hay centros de trabajo en los que es sistemático este empeño, pero no son la regla.

Si la cotidianidad, y muchas veces el mecanicismo, con que se realiza una determinada labor suelen convertir el trabajo en rutina y en autómata al trabajador, el proporcionarles otros espacios de intercambio, además de las reuniones establecidas, donde puedan conocerse y reconocerse como una necesidad humana perentoria, ayuda a mejorar el ánimo individual como primer paso para mejorar las relaciones de estimación y respeto mutuos, y de ahí saltar sobre metas superiores en cuanto a la solidez y armonía que deben hace infalible y eficaz a un colectivo en la consecución de sus objetivos. El trabajador que cumple con entusiasmo su labor es superior al que solamente cumple, porque trasmite alegría y confianza, además del compromiso que entraña lograr el éxito del grupo.

Lejos de formalismos y academicismos, los trabajadores cubanos tienen mucho que enseñarse entre sí y a la sociedad, porque son sus músculos pensantes y su alma sensible.    


domingo, 9 de octubre de 2011

JOSÉ MARTI Y EL 10 DE OCTUBRE

“Oscura anduviera la memoria
si no se iluminara con la vida
de los héroes de la patria.”

José Martí.
Revista Universal, México, 12 de junio de 1875.


Por Carlos Rodríguez Almaguer.


Cuando los medios masivos de desinformación del poder imperial globalizado arremeten contra la memoria de los hombres, que es decir la raíz y el sostén de los pueblos; cuando por los falsos senderos de la enajenación y del desarme emocional, tratan de seducir y conducir a las grandes mayorías del planeta, bailando y sonriéndose, a su propia desgracia; cuando con mensajes que para nada esconden ya las intensiones aparentemente ingenuas de convocar a la juventud mundial al abandono de los sueños, la razón y el pensamiento; cuando la Roma americana que Martí previó, no contenta con haberle arrebatado la mitad de su territorio en una guerra injusta y de rapiña como son todas las guerras imperiales, nos pudre a México con el flagelo del narcotráfico propiciándole, en primer lugar, el mayor mercado de estupefacientes del mundo y, además, fortaleciendo a los contrabandistas mediante el suministro de potente armamento a través de un mercado ilegal que produce millones de dólares anuales a los que no tienen que llorar a los muertos porque viven en sus lujosas mansiones del norte, a salvo de las podredumbres que ellos crean y alimentan; cuando los movimientos de hombres y mujeres indignados, cada vez en mayor número, despiertan en las mismas entrañas del monstruo y sus lacayunos servidores europeos; en medio de ese mundo como nunca antes convulso y confundido, conmemoramos los cubanos, fieles a nuestra memoria y, por tanto, firmes en nuestras raíces, el día en que el espíritu patrio amaneció encarnado en la voluntad de un hombre volcánico y sereno: Carlos Manuel de Céspedes, el 10 de Octubre de 1868.   

Para el cubano mayor, José Martí, “Los misterios más puros del alma se cumplieron en aquella mañana de La Demajagua, cuando los ricos, desembarazándose de su fortuna, salieron a pelear, sin odio a nadie, por el decoro, que vale más que ella; cuando los dueños de hombres, al ir naciendo el día, dijeron a sus esclavos: “¡Ya sois libres!””

Ni los desacuerdos en cuestiones de esencias, ni las diferencias en cuestiones de métodos podían impedir a un patriota cubano rendir merecido y ternísimo tributo a los hombres que en aquella alborada sublime lanzaron la clarinada emancipadora y despertaron para siempre la conciencia cubana. Así pensaba el Maestro cuando al rechazar, por lo que consideraba principio y obligación de su honor patrio, la invitación que los emigrados cubanos en Filadelfia le hicieran para hablar en el acto conmemorativo que preparaban ese año de 1885, luego de extenderse en sus razones, se despide diciéndoles: “De toda mi alma, si es digna de ello, hago una corona, y la pongo, por la mano de los emigrados de Filadelfia, en el altar de los mártires del 10 de Octubre.”

De los muchos discursos que para enaltecer esta fecha pronunciara Martí entre los cubanos de las emigraciones, quiero recordar el de 1887, en el Masonic Temple de Nueva York ante un nutrido grupo de patriotas. En este discurso hace un análisis de la situación de Cuba bajo la bota despótica de España, donde los cubanos buenos vivían en dolorosa sumisión, si bien mantenían encendido en lo profundo de sus almas y en lo alto de sus conciencias limpias el fuego sagrado de la libertad. Habló de los malos cubanos que por el apego bochornoso al “buen vivir”, se sentaban a la mesa del amo criminal y lamían las mismas botas que pisaban la honra de su pueblo, pero resaltó también que “¡por cada uno que cae en vileza, hay dos que se avergüenzan de él!” Algunos podrían vacilar, otros mirar con tibieza los esfuerzos de pocos, pero al cabo “todos nos juntaremos, del lado de la honra, en la hora de la vindicación y de la muerte”, porque “¡nosotros somos el deseo escondido, la gloria que no se pone, el fin inevitable!”

En estas reflexiones entre los cubanos independentistas, Martí expone lo que a su juicio constituiría la mayor garantía de convencimiento al pueblo cubano de la isla y de las emigraciones: el mantenerse libre de ambiciones personales, de deseos de mando y de fortuna, porque los cubanos solo estaban dispuestos a seguir al desinterés por un camino donde, antes de acceder a la libertad, tendrían muchos de ellos que encontrar y desafiar la muerte. Por eso exclamará, en un arranque fervoroso y visionario de su propio destino: “¡Todo, oh patria, porque cuando la muerte haya puesto fin a esta fatiga de amarte con honor, puedas tú decir, aunque no te oiga nadie: “fuiste mi hijo!” ¡No hay más gloria verdadera que la de servirte sin interés, y morir sin manchas!”


DECLARADO ARMANDO HART HIJO ADOPTIVO DE BAYAMO

“Yo tengo de Bayamo el alma intrépida y natural.”

José Martí.

Por Carlos Rodríguez Almaguer.


Para los que asistimos este jueves 6 de octubre de 2011 al salón Simón Bolívar del Centro de Estudios Martianos en La Habana, la decisión de la Asamblea Municipal de Bayamo de declarar al doctor Armando Hart Dávalos Hijo Adoptivo de esa Ciudad Monumento Nacional, constituyó un acto de justicia martiana. Para el hombre que ha dado tanto de sí por el desarrollo de la cultura cubana en el último medio siglo, esta decisión “me llena de sano orgullo y me honra de manera excepcional”, según expresó, evidentemente conmovido, en sus palabras de agradecimiento.

En la resolución del órgano de gobierno bayamés, dada a conocer en el acto por su Presidente, el Máster en Ciencias Arturo Pérez Vázquez, se reconocen las contribuciones de Hart a la Revolución que guiada por Fidel y Raúl desembocó en la alborada de enero de 1959 y continúa con renovada energía en el siglo XXI. Como Ministro de Educación del naciente proceso y su papel en la organización de la Campaña de Alfabetización más radical realizada en este continente y que declaró a Cuba Territorio Libre de Analfabetismo en 1961; como Secretario Organizador del Partido Comunista de Cuba, en 1965; como Ministro de Cultura desde la creación de ese organismo en 1976, y como Director de la Oficina del Programa Martiano desde su fundación en 1997, entre otras responsabilidades, la obra creadora de Armando Hart ha contribuido a encauzar los esfuerzos del pueblo cubano y de sus dirigentes, en aras del desarrollo de la espiritualidad de la nación, siguiendo el camino trazado según las tradiciones de lucha legadas por los padres fundadores, especialmente el Apóstol de nuestra independencia, José Martí.

A nombre de los martianos granmenses, Teófila Acea Antunez, Presidenta de la Filial de la Sociedad Cultural José Martí en esa provincia, hizo entrega al doctor Hart de un cuadro donde se exhibe una fotografía del monumento erigido por el pueblo bayamés al Padre de la Patria, Carlos Manuel de Céspedes, primer Presidente de la República de Cuba en Armas. También Ludin Fonseca García, Director de la Casa de la Nacionalidad Cubana, enclavada en esa ciudad, reconoció los méritos del homenajeado y le entregó un hermoso diploma que lo acredita como Fundador de esa relevante institución cultural.

“Agradezco el inmenso honor que se me hace al conferirme la condición de hijo adoptivo de esa ciudad cuyo amor por ella  llevaré por siempre en mi  corazón”, concluyó Hart en su intervención.

En el acto estuvieron presentes además el doctor Roberto Fernández Retamar, director de la Casa de las Américas y de la Academia Cubana de la Lengua, Manuel Álvarez Vázquez, director Provincial de Cultura en Granma, así como personalidades de la cultura, intelectuales, y representantes de las instituciones martianas, entre otros participantes.

domingo, 25 de septiembre de 2011

José Martí: la amistad y el deber

“No se pueden hacer grandes cosas sin grandes amigos.”
José Martí




por Carlos Rodríguez Almaguer

Cuando con solo 16 años, en junio de 1869, José Martí le envía a su entrañable amigo Fermín Valdés Domínguez su retrato desde el presidio, en cuya dedicatoria confiesa: "En mis desgracias, noble amigo, viste/ ¡Ay! Mi llanto brotar, —si mi tirano/ Las arrancó de mi alma, tú supiste/ Noble enjugarlas con tu amiga mano,/ Y en mis horas de lágrimas, tú fuiste/ El amigo mejor, el buen hermano:—... ", estaba sedimentando una convicción que lo acompañará toda la vida: la de que nunca resulta tan reconfortante y placentero el cumplimiento áspero de un deber, por difícil que este sea, como cuando se cumple en la compañía física o espiritual de amigos leales.
De las circunstancias que rodearon su niñez y adolescencia algo sabemos —incomprensión paterna, estrechez económica, firme interés suyo por el conocimiento y la poesía— y de esas circunstancias la ganancia mayor fue, sin duda, la insaciable necesidad de dar y recibir afecto que, en lugar de mermar, se acrecentaría con el tiempo y los dolores del alma. Y si en los enrevesados y falseados tiempos nuestros nos vemos obligados a adjetivar palabras que por su diamantina solidez y transparencia no lo necesitan, sépase que ellas y el concepto vastísimo que encierran no merecen cargar con el bochornoso rebajamiento a que las ha sometido la mezquindad que afea el espíritu humano. Ni amistad ni cariño deberían de llevar entre nosotros, los hijos de Martí, más apellido ni interpretaciones que las que nos revelan lo que ellas han aportado a nuestro crecimiento como pueblo y como hombres en estos dos siglos de forja y de combate para levantarnos del pantano moral donde nos tenían tendidos nuestros dueños.
Cuba libre, soberana y digna no es solo el fruto de la inteligencia y el valor de sus hijos. Es también el fruto del cariño entre ellos y, en especial, de "la más bella forma del amor" que es la amistad. Dar por hecho que amistad es sinónimo de "amiguismo" o "sociolismo" ramplón no implica solamente mudar su significado, es renegar, no ya de la palabra sino del concepto que, guardado, alimentado y transmitido desde lo más puro de los pechos cubanos, tanto ha contribuido a fortalecer nuestra capacidad de resistir, desafiar y vencer los embates de fuerzas en todos los tiempos mucho más poderosas numérica, militar y económicamente que las que han militado en las honrosas filas del decoro cubano. Véanse si no, además de las cartas de Martí, las de Céspedes, Agramonte, Maceo y Máximo Gómez; conózcanse también los limpios lazos que han unido a hombres de la más reciente epopeya como Camilo y Che, Fidel y Juan Manuel Márquez, Raúl y Ñico López, por solo citar estos pináculos de nuestras glorias patrias.
Si en su carta de 1879 a Miguel F. Viondi, desde Madrid, le confiesa Martí, refiriéndose a su inesperado fiador, que "grandes cosas estoy obligado a hacer, puesto que grandes bondades tengo que pagar", en la que enviará desde Nueva York a su amigo por antonomasia, el mexicano Manuel Mercado, en agosto de 1882, desbordará aquella "sagrada gratitud" que se le debe a un espíritu puro cuyo influjo y vigilancia nos obliga siempre a obras altas y honrosas: "Mi hermano queridísimo: Va para años que no ve usted letra mía; y, sin embargo, no tiene mi alma compañero más activo, ni confidente más amado que usted.—Todo se lo consulto, y no hago cosa ni escribo palabra sin pensar en si le sería agradable si la viese. Y cuente de veras con que si algo mío creyera yo que habría de desagradar a usted —no lo haría de fijo. Pero no se me ocurre nada, ni pongo en planta nada, que no vaya seguro, si obra de actividad, de su aplauso; —si pecado, porque soy pecador, por humano, de su indulgencia. Este comercio me es dulce. Este agradecimiento de mi alma a usted que me la quiere, me es sabroso. Su casa es un hogar para mi espíritu. (... ) Y me parece que tengo derecho a usted, —por el que doy a usted constante y crecientemente sobre mí. —No es que me acuerde de usted en ma
rcada hora del día. Es que sé que usted consolaría mis tristezas, si las viera de cerca, y aún siento que las consuela con su afecto lejano: y es debilidad humana, o acaso fortaleza, pensar en lo que redime del dolor al punto en que el dolor se sufre."
Recordemos qué tamañas angustias afligían a aquel espíritu supremo en el momento de redactar esta carta: apenas dos años antes había terminado en fracaso la Guerra Chiquita al frente de cuyo Comité en Nueva York había quedado Martí luego de la expedición de Calixto García. El año anterior había residido en Caracas para dar tiempo, en su "tregua fecunda" a que los ánimos volvieran a su cauce, y había sido expulsado de ella por reconocer públicamente el mérito de un hombre "justo", el gran Cecilio Acosta. Este propio año de 1882, escribirá a Gómez la carta en la que le anuncia ya su idea de la necesidad de que todos los cubanos buenos, los que desean la independencia, deben agruparse en un partido revolucionario que influya en el destino de Cuba, más que por el número de sus integrantes, por las virtudes, los méritos y la limpieza de vida de sus militantes. Sabemos que esto habrá de esperar todavía diez años. Por lo tanto la explosión de sincero afecto en la carta a Mercado no es fruto de debilidades ni flojeras de ánimos. No fue aquel "hombre más puro de la raza" alguien que anduviera por las esquinas desmayándose al oler una flor. No le asustó la sangre luego de la cercanía del primer combate en Cuba Libre. No le tembló la voz frente a los héroes consagrados en las cruentas batallas cuando hubo de decir la verdad útil al futuro de su país porque mantendría "al ejército libre y al país como país y con toda su dignidad representado."
Este hombre increíble que nos afirma por un lado que "solo en el cumplimiento triste y áspero del deber está la verdadera gloria", es capaz de sentenciar al mismo tiempo que "Los amigos son mejores que los amores. Lo que éstos corroen, aquéllos lo rehacen." El mismo dirigente político que en sus discursos ante los emigrados, para evitar aspavientos inútiles, establecía que "el deber debe cumplirse sencilla y naturalmente", le escribirá a su amigo, el General Máximo Gómez, en 1884 esta desgarradora despedida: "¡Qué anhelo de verlo! (... ) será gusto que usted me consuele de la fealdad y codicia de este mundo y de la amargura incurable con que todo hombre sencillo y bueno ha de vivir en él".
Así, cuando en otras latitudes la vertiginosidad y el abandono de estos tiempos han propiciado la sustitución del amigo leal por el psicoanalista, la amistad que ha caracterizado a los cubanos, que se basa en altos principios, en valores morales universales, en sacrificios concretos y desvelos perennes por el mejoramiento humano y por la utilidad de la virtud, no puede ser jamás —por nuestro propio bien como pueblo de hombres libres— tirada en los rincones oscuros como un vicio, sino levantada como una antorcha salvadora para que no perdamos el camino en la hora difícil del sacrificio, porque atendiendo al mandato martiano "hay que salir en amistad al encuentro de los ejércitos amenazantes". Solo así podríamos decir honradamente, en justicia a nuestra propia historia, que en esta isla infinita donde comienza el deber se afirma la amistad.

viernes, 20 de mayo de 2011

Realizan homenaje a Martí en Isla Verde


"La capacidad para ser héroe se mide
por el respeto que se le tributa a los que lo han sido."

José Martí
Por Carlos Rodríguez Almaguer.

Una representación de jóvenes y combatientes del Ministerio del Interior y de la Policía Nacional Revolucionaria, ridieron merecido tributo al Héroe Nacional de Cuba en el monumento a su memoria ubicado en el Bosque Martiano del Proyecto Sociocultural Isla Verde, en el municipio de La Palma, Pinar del Río.

Con el depósito de una ofrenda floral, dieron inicio las actividades conmemorativas, que incluyeron un conversatorio realizado en la Biblioteca de dicho proyecto, relacionado con el legado ético del Maestro y su vigencia en las actuales condiciones en que tiene que luchar nuestra Patria para enfrentar los retos que le imponen las actuales circunstancias internacionales.
En sus intervenciones los participantes reflejaron la importancia de ese legado ético, político y profundamente humanista, que hoy adquiere total vigencia ante los desmanes del imperio y los esfuerzos de la región latinoamericana por alcanzar la integración, sueño largamente acariciado por los próceres y pensadores de Nuestra América.

En horas de la noche tuvo lugar una tertulia histórica, en la que se dió lectura a uno de los discursos del Apóstol en conmemoración del 10 de Octubre, así como se debatió a las circunstancias en que tuvi lugar su trágica muerte hace 116 años.




jueves, 19 de mayo de 2011

DE PARAÍSOS, MANZANAS Y SERPIENTES

Comentarios inconclusos a propósto de un artículo de Néstor Kohan


 

 
 
“Tiene en cada país especial historia el capital y el trabajo:
peculiares son de cada país ciertos disturbios entre ellos,
con naturaleza exclusiva y propia, distinta de la que en tierra extraña
por distintas causas tengan. A propia historia, soluciones propias.
A vida nuestra, leyes nuestras.”[1]

José Martí
Revista Universal, México, 14 de agosto de 1875

Por Carlos Rodríguez Almaguer.


Un viejo debate: José Martí y el socialismo.

Cuando el 29 de septiembre de 1875, José Martí afirmaba en la Revista Universal de México que “En pueblos como en hombres, la vida se cimenta sobre la satisfacción de las necesidades materiales”[2], era más que probable que aún no hubiera entrado en contacto con la literatura marxista como sin duda lo hará más tarde[3], durante su larga estancia de quince años en los Estados Unidos, cuando pudo estudiar en el lugar y época de génesis —como lo había hecho Marx en Inglaterra— la  transformación social a que estaba dando lugar la concentración y exportación de capitales, provocando el surgimiento de los monopolios, el capital financiero y con él las burbujas especulativas y, como consecuencia, el imperialismo moderno al que llamó exactamente por ese nombre, convirtiéndose, a través de su lucha multifacética, en el primer antimperialista de la nueva era.

Extraña en él resulta en verdad esta afirmación, que pudiera presentarlo ante los ojos del profano como de un determinismo económico más radical aún que el empleado por Marx y Engels en sus estudios sobre Economía Política, en tanto en la afirmación del Apóstol no aparece siquiera la expresión “en última instancia”, que a la larga se convertiría en puerta salvadora del absolutismo para toda la doctrina científica[4] que, en medio de sus debates sobre esta cuestión esencial, no tuvo tiempo —según indicará luego Engels[5]— de ocuparse a fondo de otros aspectos también importantes e influyentes en el desarrollo social, y que pueden observarse reiteradamente en los escritos más tempranos del Prometeo de Tréveris y aún en los del propio Engels[6].

 Larga ha sido la polémica sobre las posiciones de Martí respecto al socialismo, promovida fundamentalmente por quienes pretenden desligar el proyecto humanista de república esbozado por el Apóstol, del proyecto socialista emprendido por la Revolución triunfante en Cuba el 1ro de enero de 1959 dirigida por Fidel Castro[7]. Llevadas y traídas las breves críticas que hizo Martí sobre Marx a raíz de comentar los homenajes que los trabajadores norteamericanos le rindieron en su muerte y, más exactamente, criticar el modo de aplicación de la teoría marxista a la realidad norteamericana de su época[8], se han solido ocultar o disminuir cínicamente los elogios que le hizo y los aciertos que reconoció en la obra de quien “no fue solo movedor titánico de las cóleras de los trabajadores europeos, sino veedor profundo en la razón de las miserias humanas, y en los destinos de los hombres, y  hombre comido del ansia de hacer bien”, que “veía en todo lo que en sí propio llevaba: rebeldía, camino a lo alto, lucha”.[9]  

Vuélvese por estos días, como de pasada, al tema, pero esta vez no desde la derecha, para oponer el pensamiento de José Martí al socialismo que a duras penas tratamos de construir desde hace exactamente medio siglo —enfrentando terribles presiones de todo tipo procedentes de los más insospechados horizontes— los cubanos, sino desde la izquierda, para observarnos a través de la lupa de un socialismo martiano al que presuntamente pudiéramos estar traicionando (o al que traicionaríamos al cabo) al adoptar los nuevos Lineamientos de la Política Económica y Social del Partido y de la Revolución, aprobados el pasado 18 de abril por el recientemente finalizado Sexto Congreso del Partido Comunista de Cuba.  

En su artículo La “manzana prohibida” del comunismo (Sobre el Sistema Presupuestario de Financiamiento hoy), el filósofo argentino Néstor Kohan indaga sobre las nuevas búsquedas teóricas que acontecen en Nuestra América con vistas a sistematizar, y de alguna manera orientar, la praxis revolucionaria en la que se ve envuelta la región en su lucha por dejar atrás seculares formas de explotación e injusticia social. En su somero análisis de las “nuevas” o acaso no tan nuevas formas en que se tratan de remodelar las economías, principalmente de Cuba y Venezuela, expresa Kohan (con todo respeto —como él reitera y también lo creemos) “que esas recetas —que algunos promueven y presentan como poción mágica y redentora— no profundizarán el socialismo martiano ni permitirán avanzar hacia un proyecto bolivariano anticapitalista.”  


Sobre apriorismos y advertencias.

Las consideraciones que pudiéramos hacer a esta apreciación podrían ser también muy breves, si tomáramos en cuenta únicamente los numerosos e inocultables apriorismos que la lastran, la evidente superficialidad del análisis a que se somete por parte del autor la propuesta de actualización de nuestro modelo económico, y al propio tiempo, el profundo desconocimiento (al menos eso evidencia) de los presupuestos generales y específicos en que se basa dicha propuesta.

Pudiéramos limitarnos de buena fe a sugerirle la lectura (o relectura) de los Lineamientos…, ampliamente divulgados por los medios masivos de información y disponible en formato impreso[10] para toda la población, tanto en su versión original sometida a la discusión, enriquecimiento y aprobación del pueblo, como en su versión definitiva aprobada luego de intensos, sinceros y para nada esquemáticos, debates también en las comisiones de trabajo en que sesionaron la Asamblea Nacional del Poder Popular, primero y el Sexto Congreso del Partido Comunista de Cuba, después.   O tal vez pudiéramos, en un plano acaso menos solidario y útil, aunque también legítimo, solicitar al autor atenerse a la sabia advertencia del profesor Puiggrós, citado por él en el texto que comentamos. Sin embargo no consideramos a Néstor Kohan de aquellos a quiénes se refería Martí, que pretenden empinársenos de agorero como quién señala una mota al sol, sino de los que sinceramente se preocupan por los destinos de los pueblos que conforman nuestra Madre América. Mas esto no excusa sus errores de apreciación.

Partiendo de estos últimos supuestos (es decir, de que no polemizamos con un enemigo), diremos que el compañero Kohan juzga demasiado aprisa las premisas (si es que las conoce) sobre las que se basa la actualización del modelo económico cubano expresadas en los Lineamientos... Así como no creo, como muchos otros tampoco incluyendo a Martí, en la invalidación de ideas nobles, o de los vocablos que las identifican, por los errores que en su realización práctica se hayan cometido en épocas anteriores (ni el ideal ni el concepto socialista fracasaron como tal, aún cuando hayan fracasado algunos de sus ensayos prácticos en un tiempo y un espacio dado)[11], tampoco creo acertado comparar el rumbo que pretendemos darle a nuestro modelo económico —que, por supuesto, afecta también al modelo social y forma parte del perfeccionamiento dialéctico del modelo político atendiendo a las transformaciones del movimiento integral del mundo actual— con experiencias “socialistas” anteriores, vr. gr. los países socialistas de Europa del Este, la URSS, etc., en tanto, desde el suceso mismo, se han estudiado a fondo los errores cometidos por aquellos procesos para tratar de evitarlos[12], lo cual no excluye que en la búsqueda de las alternativas posibles dentro del contexto internacional actual, a todas luces muy diferente a cualquier otro anterior, podamos los cubanos cometer nuevos errores que habrán de ser a su vez rectificados.

Por otra parte, considero a Kohan lo suficientemente informado de nuestra realidad histórica como para hacer ese tipo de comparaciones. Sabe muy bien que el pensamiento socialista no llegó a Cuba en las esteras de los tanques del glorioso Ejército Rojo —aunque muchos lo hayan olvidado, las páginas que escribieron sus combatientes en el enfrentamiento y destrucción del fascismo son imborrables y están ahí para quien tenga ojos con que verlas y alma suficiente para agradecerlas— sino que venía de muy atrás, como consecuencia del pensamiento liberal americano, tan diferente al europeo, con exponentes como Benito Juárez y José Martí, por solo citar dos.

En el prólogo al libro Marx, Engels y la condición humana. Una visión desde Cuba, de Armando Hart Dávalos, el propio Kohan señala que “Lo que sucede es que el pensamiento de la Revolución Cubana converge, desde las coordenadas específicas de América Latina y el tercer Mundo, con lo mejor y más original del marxismo historicista y humanista producido en Europa (y también, aunque no es tan visible, en los mismos Estados Unidos),”[13]y continúa añadiendo que “No es casual que las vertientes más interesantes de la nueva izquierda mundial de los años 60 hayan encontrado en la Revolución Cubana un punto de referencia insoslayable”, para concluir esta idea con que “Sólo a costa de ceder al más crudo y brutal eurocentrismo (…) se puede hacer caso omiso de esa imparable irradiación política cuya influencia no se detuvo ni ante los movimientos sociales internos al gigante del Norte ni ante el océano Atlántico.” ¿Por qué asumir entonces la posibilidad (casi certeza) de que las actuales propuestas para la actualización de nuestro modelo económico puedan responder a improvisaciones voluntaristas en el terreno de la praxis o a lentejuelas pseudocientíficas en el plano de las Ciencias Sociales?[14] ¿Por qué carnavalizar con el epíteto, poco serio como casi todos ellos, de “colorida feria de las alternativas” a las variantes que en partes mayores o menores puedan estar incluidas en los Lineamientos de nuestra política económica y social? ¿Cuáles serían, en rigor, los “razonamientos propagandísticos” y las “hipótesis falaces” a que hace referencia?

Ni padrastros ni Oráculos.

En esta búsqueda colectiva (que expresa la voluntad del pueblo, puesto que engloba a la mayoría de él como lo demuestran los datos estadísticos[15] sobre la discusión y las variaciones a que fueron sometidos estos Lineamientos… antes de ser aprobados por el Congreso del Partido y, si no bastara, agregaríamos como expresión del apoyo mayoritario de los cubanos a la actual política de la Revolución y sus dirigentes las dos marchas que, de manera casi consecutiva, protagonizamos en todo el país, principalmente en La Habana, para conmemorar el 50 Aniversario de la proclamación del carácter socialista de la Revolución, la victoria de Playa Girón, que significó la primera gran derrota del imperialismo en América y, unos días después, el brillante desfile por el Primero de Mayo) tenemos a nuestro favor el hecho, sin duda afortunado, de que quienes dirigen este proceso de actualización de nuestro modelo económico (Fidel —¿alguien  lo duda?—, Raúl, Machado Ventura, Ramiro, etc.) no son políticos improvisados deseosos de “innovar” en el plano de las Ciencias Sociales ni de aparentar populismos lentejuelescos a los que nunca hicieron concesiones —ni siquiera cuando al liderar la toma del poder en 1959 todos ellos apenas rondaban los 30 años, edad en que suele estarse más cerca de la verdad martiana sobre el átomo de poder, el despotismo y las águilas de Júpiter[16]— sino  hombres forjados por más de medio siglo de luchas por la justicia social, por el derrocamiento con las armas en las manos del viejo estado burgués capitalista, por destruir hasta los cimientos a las instituciones que lo sostenían, y por construir instituciones nuevas rompiendo las cadenas del pueblo y entregándoles las armas a los obreros, a los estudiantes, a los campesinos, como había prometido Fidel desde 1953 en La Historia me Absolverá; hombres cuyos aportes a esas ciencias sociales y a la praxis revolucionaria por un futuro mejor para la toda humanidad, están escritos ya en el libro de la Historia.

Luego entonces, por un lado, no estamos los americanos de Nuestra América ni tan físicamente solos si nos tenemos los unos a los otros y eso, en verdad, debiera bastarnos, ni tan huérfanos como pareciera, puesto que no sólo tenemos el ideario de Martí, Bolívar, la doctrina de Marx, Engels y Lenin, Gramsci, el Amauta Mariátegui, y el apremio de uno de nuestros primeros socialistas: Simón Rodríguez, maestro de Bolívar, que aún flamea junto al Cóndor sobre los picachos de los Andes como señal de cuál es el camino: “O inventamos o erramos”[17], sino que también contamos físicamente con muchos de los que en el siglo XX encarnaron sus ideales y lucharon por ellos, quienes llevan consigo no solo el mérito histórico de haber estado a la vanguardia, sino, y sobre todo, la enorme responsabilidad de haber sobrevivido, por azar o destino, a las luchas donde otros de sus compañeros cayeron sin poder ver las luces del futuro por el que morían. Como si fuera poco, tenemos también a una nueva pléyade de revolucionarios (Hugo Chávez, Rafael Correa, Evo Morales) que siguiendo la mejor tradición del pensamiento y el carácter latinoamericanos, buscan, atentos a los signos de los tiempos, los puntos de engranaje de nuestras realidades respectivas de cara a una eventual y ya visible integración regional.

Por otro lado, no creo que luego de las tristes experiencias vividas en el pasado siglo precisemos de Vaticanos para dictarnos, allende los mares, catequesis que, aún cuando fueran válidas lo serían para sus realidades respectivas y, rara vez, —amén  de que a puros golpes hemos recuperado la capacidad decimonónica de “filtrar” experiencias reales o teóricas— se  ajustan a contextos diferentes, salvo en determinadas esencias.

Desde octubre de 1961, en pleno desarrollo de la conocida Crisis de los misiles, Cuba supo —triste y útil descubrimiento— que no existía eso que Néstor Kohan llama “reaseguro” “frente a la prepotencia político-militar imperial”. Por lo tanto nuestra doctrina militar se basó desde entonces en la capacidad defensiva que pudiéramos desarrollar por nosotros mismos, y en las tácticas y estrategias políticas que pusiéramos en práctica en cada momento del porvenir, sobre todo para evitar el conflicto armado sin hacer concesiones de principios al despotismo avasallador y ultrajante del imperio norteamericano. Al propio tiempo debíamos continuar la construcción del socialismo, bloqueados, agredidos sistemáticamente[18] por todas las formas posibles incluyendo la invasión armada y a 90 millas de las costas imperiales, asegurando a la vez la democracia máxima a través de la participación popular en todos los órdenes de la vida social, y la unidad como única garantía de existencia como nación independiente y soberana. De aquí la tesis resumida en maravillosa imagen por Cintio Vitier, de que habíamos fundado un parlamento en una trinchera. 

Si bien es cierto que la existencia de otras potencias equilibraba el orden mundial, sin decir por ello que fuera enteramente justo, creo que resulta ingenuo afirmar que “Al dejar de existir la URSS (…) y con la innegable conversión de China en potencia capitalista, los pueblos del Tercer Mundo nos hemos quedado sin el antiguo potencial respaldo militar de ambas potencias frente a la agresividad del imperialismo.” Al igual que “descubrir” a estas alturas, después de Simón Rodríguez, Bolívar, Martí, etc., que “nuestros pueblos sólo pueden contar con sus propias fuerzas, tanto en su lucha contra el imperialismo como en el intento de pensar alternativas futuras de gestión socialista.” Lo mejor que nos puede pasar es que no tengamos, en esta época de “reenquiciamiento y remolde”, para decirlo con palabras martianas, ni padrastros ni oráculos en cuyos brazos confiar nuestros destinos, sino que, obligados por las circunstancias y el instinto natural de sobrevivir, ante la posibilidad real de extinguirnos, en un mundo que se coaliga cada vez más en centros de poder a la sombra del imperialismo norteamericano o para protegerse de ella, nos veremos ¡al fin! en la necesidad de realizar, aunque sea por conveniencia tácita —ya  que en doscientos años desde la independencia hasta acá no lo hemos hecho atendiendo a la identidad de orígenes, historia común de gloria y de dolor, cultura, religión, idioma, etc.— el  sueño de nuestros padres fundadores: la unidad de nuestras sufridas repúblicas americanas.

No será con el incremento de nuevas potencias militares con lo que podremos sentirnos seguros los pueblos del Tercer Mundo —si es que aún tiene sentido continuar llamándonos así, ante la perspectiva de que, por el cambio climático acelerado por los efectos de las guerras y la existencia de armas nucleares, desaparezcamos con planeta y todo, sin orden de prioridades—. Solo el multilateralismo como práctica en las relaciones internacionales, y el respeto irrestricto al derecho de las naciones a decidir su propio destino, pueden traerle la paz a la olvidadiza e inconsecuente especie humana.


Alertas y ¡Adelante!

Si nos atenemos a la idea de Engels de que “La llamada ´sociedad socialista´, según creo yo, no es una cosa hecha de una vez y para siempre, sino que cabe considerarla, como todos los demás regímenes históricos, una sociedad en constante cambio y transformación”,[19]entonces creo que tenemos claras motivaciones para seguir hablando de socialismo en Cuba sin temor a ser tildados de seguidores posmodernos del traicionero socialchovinismo que criticó Lenin.[20]

La construcción cotidiana de nuestro proyecto socialista, amén de las tácticas o las estrategias y los plazos en que se enmarquen cada una de ellas, continúa afirmando que “en la sociedad socialista cubana nadie quedará desamparado”, y además se señalan principios importantes en los Lineamientos que rigen la actualización del modelo económico asuntos claves como que “El sistema económico que prevalecerá en nuestro país continuará basándose en la propiedad socialista de todo el pueblo sobre los medios fundamentales de producción”, “La política económica en la nueva etapa se corresponderá con el principio de que sólo el socialismo es capaz de vencer las dificultades y preservar las conquistas de la Revolución, y que en la actualización del modelo económico primará la planificación y no el mercado.” Además, el lineamiento número 03 expresa claramente que “En las formas de gestión no estatales no se permitirá la concentración de la propiedad en personas jurídicas o naturales.” El 05, sobre la planificación socialista, establece que “La planificación abarcará el sistema empresarial estatal, la actividad presupuestada, las asociaciones económicas internacionales, y regulará otras formas de gestión no estatales (cooperativa o privada) [21]  que se apliquen y será más objetiva en todos los niveles. Los nuevos métodos de planificación cambiarán las formas de control sobre la economía. La planificación territorial tendrá en cuenta también estas transformaciones.”[22] El 20, referido a la esfera empresarial, establece que “Los ingresos de los trabajadores y sus jefes en las empresas estatales y las formas de gestión no estatales estarán vinculados a los resultados que se obtengan.” El 23 establece que “Las empresas tendrán independencia para la aprobación de sus plantillas de cargos, cumpliendo los indicadores establecidos en el plan, que contribuirá a impedir que se incrementen las plantillas innecesariamente.”

Cincuenta años de experiencia en la construcción del socialismo en las condiciones de Cuba es tiempo considerable para saber que ni bastan por sí solos los mecanismos tecnocráticos para lograr que las personas cumplan cada día con su deber social, ni bastan solamente los discursos y las apelaciones a la conciencia de las masas. Una aleación equilibrada de uno y otro, desde el trabajo intencionado para desarrollar y preservar en la práctica una ética, traducida en conducta cívica cotidiana, que nos ha hecho crecer como pueblo y como hombres libres en el plazo breve de dos siglos, pasando por el fomento de una cultura jurídica, conocedora y respetuosa en primer lugar de la Constitución de la República y luego de las leyes y normas que nosotros mismos aprobamos en asambleas y reuniones, hasta el establecimiento de mecanismos de coerción social, entiéndase el reconocimiento o la crítica según el grado de conciencia social demostrada en los hechos y por tanto visibles, y jurídicos (leyes, reglamentos, etc.) que permitan sancionar a quienes no cumplan las normas generalmente aceptadas. 

Esa experiencia de medio siglo nos autoriza a decir, sin ambages, que sí, que el igualitarismo es perjudicial al socialismo como sistema y al propio individuo, porque  premia tanto al buen ciudadano que cumple con su deber social y vive orgulloso de su conducta, sin otro blasón, como al lumpen que se vanagloria de vivir al margen del esfuerzo cotidiano y (podemos decirlo, sin temor a parecer discurseros) heroico de la mayoría del pueblo por hacer avanzar, en medio de las más inimaginables contrariedades, el proyecto social que nos mantiene libres y dignos frente a un mundo esclavizado y vejado sistemáticamente. El igualitarismo prostituye al socialismo como sistema social basado en la conciencia del hombre, pues de poco sirve el sacrificio personal cuando a nuestro lado abunda una caterva impune de holgazanes que medra a costa del sudor de los que se sacrifican para sostener con su trabajo las bondades que nos permiten vivir seguros (educación, salud, tranquilidad, respeto) en nuestra propia tierra, y contra el que en muchos casos estos mismos holgazanes blasfeman y critican sin el menor pudor. La igualdad ante las leyes del país, he ahí una gran conquista de cualquier sociedad; el respeto a la dignidad plena del hombre, como quería Martí y aparece refrendado en el Preámbulo de nuestra Constitución Socialista, he ahí otra de las mayores; educación y salud gratuitas que en algunos casos ha llegado hasta el absurdo; sistema de seguridad social del que han abusado los oportunistas sin la menor vergüenza y con la complicidad tácita de otros tantos. ¡Cuántos ejemplos de males que arrastra consigo el igualitarismo, el idealismo excesivo, a pesar de que Martí nos dijo que los pueblos no están hechos de los hombres como debieran ser sino de los hombres como son! Y aún debiendo rectificar estos excesos, no nos arrepentimos de ellos, pues indican la índole de la Revolución y de los hombres que la hicieron posible. En cosas de beneficios al pueblo de nuestro corazón será siempre mejor pecar por exceso que por defecto, aunque este sentimiento, una vez descubierto el mal y conscientes de las condiciones objetivas en las que debemos llevar adelante la obra que es resumen de dos siglos de lucha, no debe llevarnos a perpetuarlo porque cometeríamos un error imperdonable. Martí había sentenciado, lapidario, en su crítica al ensayo de Herbert Spencer sobre La futura esclavitud, publicado en las páginas de La América en Nueva York, en abril de 1884: “Nosotros diríamos a la política: ¡Yerra, pero consuela! Que el que consuela, nunca yerra.”[23]

Contra ese Estado Socialista se han volcado, en los últimos años, innumerables críticas. Hemos dado en estos breves apuntes, incompletos e inconclusos, algunas referencias a las condiciones en que hemos tenido los cubanos que adelantar por el duro camino del socialismo en las condiciones de país pequeño, pobre en lo referido a recursos naturales, subdesarrollado, que en cinco siglos de historia desde la llegada de Colón ha sido durante cuatrocientos años colonia de España y 60 más neocolonia yanqui: hace apenas 50 años que tomamos la rienda de nuestros destinos, y mucho tendrán que perdonarnos nuestros errores los que en tan breve tiempo histórico no hayan podido traer para sus pueblos lo que pedía Bolívar de un gobierno en su discurso ante el Congreso de Angostura, el 15 de febrero de 1819: “mayor suma de felicidad posible, mayor suma de seguridad social y mayor suma de estabilidad política.”[24]  

De paternalista o de totalitario se ha acusado reiteradamente al Estado cubano, según de donde vengan las críticas. Se le exige lo mismo que no haga concesiones al mercado, que se abra a la inversión extranjera, que mejore la calidad de vida del pueblo; mientras tratamos de garantizar esta última sin hacer concesiones de principios, no faltan quienes abogan por una mayor horizontalidad en la estructura de nuestra organización republicana y por limitar los poderes del Estado. En este maremágnum de exigencias procedentes de los más disímiles horizontes, debemos recordar, en medio de la búsqueda de alternativas, las críticas que le hacía Engels a Bakunin sobre el debilitamiento o la desaparición del Estado en una sociedad que todavía no hubiera arribado al comunismo: “En esta sociedad no habrá, ante todo, autoridad alguna (el subrayado es suyo), pues la autoridad, que equivale al Estado, es el mal absoluto. (No se nos dice nada, naturalmente, acerca de cómo se las van a arreglar estos señores para hacer funcionar las fábricas y los ferrocarriles y gobernar los barcos, sin una voluntad que decida en última instancia y sin una dirección única.) Cesa también la autoridad de la mayoría sobre la minoría. Cada individuo y cada comunidad son autónomos, pero Bakunin vuelve a guardar silencio acerca de cómo puede existir una sociedad, integrada aunque solo sea por dos individuos, sin que cada uno de ellos no renuncie a parte de su autonomía.”[25]

 De manera que Cuba, navegando siempre contra la corriente —aún  en ocasiones contra la propia inmensa corriente política e ideológica que desencadenó desde los inicios la Revolución de Octubre— continúa  todavía en su afán de construir una sociedad mejor para ella y, hasta donde sus posibilidades y su filosofía solidaria de compartir lo que se tiene en lugar de dar lo que le sobra le permiten, también para los demás pueblos del mundo.

Para Néstor Kohan y otros amigos preocupados, ojalá sirvan de algo, aunque sea para generar nuevas dudas o nuevas aristas al debate, estos apuntes parciales e incompletos, cosa lógica cuando sobre el tema se han escrito tratados sin que se divise aún en el horizonte más que la orilla de la cual partimos. Ante los que no quieren a la Revolución Cubana ni les interesan su presente ni su futuro, me limito a repetir aquí, para nosotros mismos, los versos del Dante, citados por Marx hace casi siglo y medio, cuando el 25 de julio de 1867, en Londres, concluyó el Prólogo a la primera edición de El Capital:

Segui il tuo corso, e lascia dir le genti!*




[1] José Martí, Obras Completas, Editorial de Ciencias Sociales, Instituto Cubano del Libro, La Habana, 1975, tomo VI, páginas 311-312. (En lo adelante la indicaremos como O.C. el tomo en números romanos y la página en números arábigos)
[2] Ídem, t. VI, p. 337
[3] Ver mi artículo Carlos Marx y José Martí, Juventud Rebelde, 5 de mayo de 2010. Puede verse además en http://www.juventudrebelde.cu/opinion/2010-05-04/carlos-marx-y-jose-marti/ y en http://www.rebelion.org/noticias/2010/5/105340.pdf y diversos medios digitales en fecha más o menos aproximada.
[4] “…Según la concepción materialista de la historia, el factor que en última instancia determina la historia es la producción y la reproducción de la vida real. Ni Marx ni yo hemos afirmado nunca más que esto. Si alguien lo tergiversa diciendo que el factor económico es el único determinante, convertirá aquella tesis en una frase vacua, abstracta, absurda. La situación económica es la base, pero los diversos factores de la superestructura que sobre ella se levanta (…) ejercen también su influencia sobre el curso de las luchas históricas y determinan, predominantemente en muchos casos, su forma.” Federico Engels. Carta a José Bloch, Londres, 21-22 de septiembre de 1890, en C. Marx y F. Engels. Obras Escogidas en tres tomos. Editorial Progreso, Moscú, 1974. Tomo III, página 514.
[5] “El que los discípulos hagan a veces más hincapié del debido en el aspecto económico, es cosa de la que, en parte, tenemos la culpa Marx y yo mismo. Frente a los adversarios, teníamos que subrayar este principio cardinal que se negaba, y no siempre disponíamos de tiempo, espacio y ocasión para dar la debida importancia a los demás factores que intervienen en el juego de las acciones y reacciones.” Ídem, p. 516.
[6] Señaladamente El AntiDüring y Ludwig Feuerbach y el fin de la filosofía clásica alemana, según lo recomienda, además, el propio Engels a Bloch en la carta citada.
[7] Ver mis artículos Algunas ideas entorno a José Martí y el socialismo y Otros apuntes en torno a las ideas sociales de José Martí y a la cultura del debate, del 19 y 20 de agosto de 2007 respectivamente, publicados originalmente en http://www.kaosenlared.net y reproducidos por otros medios digitales.
[8] Una cosa te tengo que celebrar mucho, y es el cariño con que tratas: y tu respeto de hombre, a los cubanos que por ahí buscan sinceramente, con este nombre o aquél, un poco más de orden cordial, y de equilibrio indispensable, en la administración de las cosas de este mundo. Por lo noble se ha de juzgar una aspiración: y no por esta o aquella verruga que le ponga la pasión humana. Dos peligros tiene la idea socialista, como tantas otras:--el de las lecturas extranjerizas, confusas e incompletas:--y el de la soberbia y rabia disimulada de los ambiciosos, que para ir levantándose en el mundo empiezan por fingirse, para tener hombros en que alzarse, frenéticos defensores de los desamparados.” José Martí. Carta a Fermín Valdés Domínguez, Nueva York, mayo de 1894. O.C. t. III, p. 168. (El subrayado es nuestro) Véase también que en fecha cercana, 1890, cómo en la referida carta a José Bloch, Engels le había recomendado a este “que estudie usted esta teoría en las fuentes originales y no en obras de segunda mano; es, verdaderamente, mucho más fácil.”

[9] José Martí, O.C. t. IX, p. 388.
[10]En Internet se pueden descargar en http://www.cubadebate.cu/noticias/2011/05/09/descargue-en-cubadebate-los-lineamientos-de-la-politica-economica-y-social-pdf/
[11] Aurelio Alonso Tejada. El reto de una creatividad en tono mayor. En El laberinto tras la caída del muro. Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 2006. Pág. 386. Allí leemos: “No tiene sentido tomar la experiencia frustrada como modelo, ni conceptos como los de “socialismo” y “comunismo” pueden ser sacrificados a la ligera en la pira del fracaso del experimento socialista soviético.” (…) “Por tal motivo, insisto en que necesitamos seguir hablando de “socialismo”, y también debemos hablar de “reinventar”, ya que de ningún modo se trata en rigor de un rescate de proyectos que fracasaron.”
[12] Ver los ensayos contenidos en el libro El derrumbe del Modelo Eurosoviético. Visión desde Cuba. Colectivo de Autores. Editorial Félix Varela, La Habana, 1996. En la Introducción, a cargo de los profesores Ramón Sánchez Noda y Román García Báez, podemos leer lo siguiente: “La humanidad ha ido observando perpleja el desmoronamiento y posterior derrumbe de lo que se percibía como una de las estructuras sociopolíticas más sólidas del mundo contemporáneo. No es de extrañar entonces que en todos los países y sectores hayan proliferado las posiciones más disímiles. En Cuba la incidencia de este proceso y la necesidad de estudiarlo se acentúa por su repercusión directa en la vida cotidiana y sobre todo por nuestra postura inclaudicable en defensa del socialismo.” Y más adelante se señala que “Al recurrir a Marx, Engels, Lenin, al Che, a Fidel, reapareció el hilo conductor que nos permitió escapar de ese laberinto.” Op. cit. Pág. 3.
[13] Néstor Kohan. La vitalidad del pensamiento latinoamericano. Prólogo al libro de Armando Hart Marx, Engels y la condición humana. Una visión desde Cuba. Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 2005. Pág. XXVI.
[14] En los propios Lineamientos podemos leer lo siguiente: “Para elaborarlos, se han tenido en cuenta las experiencias pasadas, la evolución y proyección del escenario económico y político mundial, así como la situación de la economía cubana en dicho contexto, todo ello avalado por los resultados de las proyecciones efectuadas a mediano plazo.”
[15] Probablemente ningún pueblo del mundo, proporcionalmente hablando, haya hecho un ejercicio de debate colectivo mayor que el que acabamos de realizar los cubanos discutiendo las bases sobre las que se realiza la actualización de nuestro modelo económico. Los Lineamientos de la Política Económica y Social del Partido y la Revolución fueron objeto de un proceso de discusión en tres etapas: Primera Etapa: Discusión por todo el pueblo (diciembre de 2010 a febrero de 2011. Esta etapa incluye la discusión en el Sexto Período Ordinario de Sesiones de la Séptima Legislatura de la Asamblea Nacional del Poder Popular, los días 15 al 18 de diciembre de 2010. Segunda Etapa: Discusión en cada provincia por los delegados e invitados al VI Congreso del PCC, los días 8 al 10 de abril de 2011. Tercera Etapa: Discusión por las Comisiones durante el VI Congreso del PCC, los días 17 y 18 de abril de 2011.  Los 291 Lineamientos iniciales se analizaron en 163 mil 79 reuniones, con 8 millones 913 mil 838 participantes; esta cifra incluye a los que asistieron tanto a las reuniones de sus organizaciones de base, como a sus centros de trabajo o estudio y las de la comunidad. Se realizaron 3 millones 19 mil 471 intervenciones, que se agruparon en 781 mil 644 opiniones. Más de 395 mil opiniones fueron aceptadas e incluidas en la reformulación de los Lineamientos; unas 210 mil correspondieron a acciones de la implementación; más de 65 mil fueron dudas o preocupaciones que se esclarecerán mediante los programas de divulgación; otras 62 mil opiniones se refirieron a temas que ya estaban contenidos en diferentes Lineamientos y aproximadamente 50 mil no fueron aceptadas o se continuarán estudiando en etapas posteriores.
[16] Martí expresó que todo hombre lleva en sí la semilla de un déspota, y no más cae en su mano un átomo de poder, ya se cree dueño de la totalidad de los orbes y ve volar en torno a él las águilas de Júpiter.
[17] “¿Dónde iremos a buscar modelos? La América Española es original. Originales han de ser sus Instituciones y su Gobierno. Y originales los medios de fundar unas y otro. O inventamos o erramos.” Simón Rodríguez, Sociedades Americanas (1842). En Inventamos o erramos.  Monte Ávila Editores Latinoamericana, Caracas, 2004. Página 138.
[18] François Houtart. Los desafíos de Cuba para un Socialismo del Siglo XXI. Prólogo al libro El laberinto tras la caída del muro. Ed. cit. Pág. XIV. “Cuba ha demostrado que no hay socialismo sin solidaridad internacional. No ha sido fácil de alcanzar un equilibrio entre ella y las necesidades locales, para un país relativamente pobre, bajo presión económica y política.”
[19] Federico Engels. Carta a Otto von Boenigk, 21 de agosto de 1890. En C. Marx y F. Engels. Obras Escogidas en tres tomos. Ed. cit. T. III, p. 512.
[20] V. I. Lenin. El imperialismo, fase superior del capitalismo. En Obras Escogidas en tres tomos. Editorial Progreso, Moscú, 1961.Tomo I, página 693. Lenin apunta que esta corriente consiste en ser “Socialismo de palabra y chovinismo de hecho”.
[21] El subrayado es nuestro, para esclarecer qué entendemos por formas de gestión no estatal.
[22] De esta manera se mantiene el principio de que la planificación socialista es, en lo fundamental, centralizada, aún cuando cada plan se discuta con los obreros y trabajadores en sentido general y estos aporten sobre aspectos que posibiliten su cumplimiento. Sobre este cardinal asunto del socialismo, el Che planteó: “En una planificación centralizada, correcta, es muy importante la utilización racional de cada uno de los distintos elementos de la producción y no puede depender de una asamblea de obreros o del criterio de un obrero, la producción que se vaya a hacer.” Ernesto Che Guevara. Algunas reflexiones sobre la transición socialista. Carta a Fidel Castro, abril de 1965. En Apuntes críticos a la Economía Política. Ocean Sur, Centro de Estudios Che Guevara, La Habana, 2006. Pág.19.
[23] José Martí. O.C. t. XV, p. 392.
[24] Simón Bolívar. Discurso ante el Congreso de Angostura, 15 de febrero de 1819.
[25] Federico Engels. Carta a Theodor Cuno, Londres, enero de 1872. En C. Marx y F. Engels, Op. cit. t. II, p. 450.
* Dante Alighieri. La Divina Comedia. “¡Sigue tu camino y deja que murmure la gente!”.