viernes, 14 de octubre de 2011

EN LÍNEA CON EL ALMA


“A los obreros razonadores, mesurados, activa, lenta
y tremendamente enérgicos, no los vencerá jamás,
en lo que sea justo, nadie.”

José Martí.
La América. Nueva York, septiembre de 1883

Por Carlos Rodríguez Almaguer.


Muchas son, y cotidianas, las oportunidades que tenemos los cubanos de comprobar en la práctica, con cuánta razón Martí y Fidel han sostenido que el genio es masivo, que el verdadero sabio es el pueblo. Este 13 de octubre tuve la oportunidad de participar en el Primer Coloquio de Valores que, bajo la advocación de las figuras de Camilo y Che, realizó la vicepresidencia de ETECSA en la provincia de La Habana.

Asistí como conferencista para hablar de los valores, específicamente y a solicitud de ellos, de la Unidad como premisa de cualquier colectivo humano, y recibí a cambio la mejor de las disertaciones al escuchar luego los trabajos que presentaron allí los obreros, técnicos y especialistas a partir de su experiencia diaria. Con cuánto entusiasmo explicaban a sus compañeros, no solo lo que hacen y las soluciones que han encontrado a los problemas que las diversas circunstancias les plantean, sino el placer que experimentan al ver a los demás aplicados en la misma función, cada uno en su oficio.    

Todos los trabajos, desde una ponencia teórica sobre el pensamiento económico del Guerrillero Heroico como factor de unidad en la actualización de nuestro modelo económico, pasando por las formas coordinadas de enfrentamiento al vandalismo contra las redes de comunicación, hasta un audiovisual presentado por una sensible y cubanísima trabajadora de servicio, sobre las impresiones que en ella y en los jóvenes del colectivo provocó el reciente ascenso al Turquino, organizado por una estructura de base de la UJC en homenaje al Che y en demanda de justicia por nuestros Cinco Héroes, remitían a la necesidad de fortalecer la unidad entre los integrantes de las diferentes estructuras en que laboran para hacer avanzar al colectivo. Sin embargo, detrás de cada una de estas demandas de unidad bullía, acaso sin que lo percibieran, otro valor sin duda imprescindible para alcanzar aquella: la solidaridad.

Es frecuente, aún cuando podemos y debemos hacer más en cuanto a las vías y los modos, el trabajo con los valores en los colectivos educacionales, políticos y académicos, sin embargo, no suele ser común, al menos en lo que se divulga, esta misma labor, de primerísima necesidad, en los colectivos laborales. Sabemos que hay centros de trabajo en los que es sistemático este empeño, pero no son la regla.

Si la cotidianidad, y muchas veces el mecanicismo, con que se realiza una determinada labor suelen convertir el trabajo en rutina y en autómata al trabajador, el proporcionarles otros espacios de intercambio, además de las reuniones establecidas, donde puedan conocerse y reconocerse como una necesidad humana perentoria, ayuda a mejorar el ánimo individual como primer paso para mejorar las relaciones de estimación y respeto mutuos, y de ahí saltar sobre metas superiores en cuanto a la solidez y armonía que deben hace infalible y eficaz a un colectivo en la consecución de sus objetivos. El trabajador que cumple con entusiasmo su labor es superior al que solamente cumple, porque trasmite alegría y confianza, además del compromiso que entraña lograr el éxito del grupo.

Lejos de formalismos y academicismos, los trabajadores cubanos tienen mucho que enseñarse entre sí y a la sociedad, porque son sus músculos pensantes y su alma sensible.    


domingo, 9 de octubre de 2011

JOSÉ MARTI Y EL 10 DE OCTUBRE

“Oscura anduviera la memoria
si no se iluminara con la vida
de los héroes de la patria.”

José Martí.
Revista Universal, México, 12 de junio de 1875.


Por Carlos Rodríguez Almaguer.


Cuando los medios masivos de desinformación del poder imperial globalizado arremeten contra la memoria de los hombres, que es decir la raíz y el sostén de los pueblos; cuando por los falsos senderos de la enajenación y del desarme emocional, tratan de seducir y conducir a las grandes mayorías del planeta, bailando y sonriéndose, a su propia desgracia; cuando con mensajes que para nada esconden ya las intensiones aparentemente ingenuas de convocar a la juventud mundial al abandono de los sueños, la razón y el pensamiento; cuando la Roma americana que Martí previó, no contenta con haberle arrebatado la mitad de su territorio en una guerra injusta y de rapiña como son todas las guerras imperiales, nos pudre a México con el flagelo del narcotráfico propiciándole, en primer lugar, el mayor mercado de estupefacientes del mundo y, además, fortaleciendo a los contrabandistas mediante el suministro de potente armamento a través de un mercado ilegal que produce millones de dólares anuales a los que no tienen que llorar a los muertos porque viven en sus lujosas mansiones del norte, a salvo de las podredumbres que ellos crean y alimentan; cuando los movimientos de hombres y mujeres indignados, cada vez en mayor número, despiertan en las mismas entrañas del monstruo y sus lacayunos servidores europeos; en medio de ese mundo como nunca antes convulso y confundido, conmemoramos los cubanos, fieles a nuestra memoria y, por tanto, firmes en nuestras raíces, el día en que el espíritu patrio amaneció encarnado en la voluntad de un hombre volcánico y sereno: Carlos Manuel de Céspedes, el 10 de Octubre de 1868.   

Para el cubano mayor, José Martí, “Los misterios más puros del alma se cumplieron en aquella mañana de La Demajagua, cuando los ricos, desembarazándose de su fortuna, salieron a pelear, sin odio a nadie, por el decoro, que vale más que ella; cuando los dueños de hombres, al ir naciendo el día, dijeron a sus esclavos: “¡Ya sois libres!””

Ni los desacuerdos en cuestiones de esencias, ni las diferencias en cuestiones de métodos podían impedir a un patriota cubano rendir merecido y ternísimo tributo a los hombres que en aquella alborada sublime lanzaron la clarinada emancipadora y despertaron para siempre la conciencia cubana. Así pensaba el Maestro cuando al rechazar, por lo que consideraba principio y obligación de su honor patrio, la invitación que los emigrados cubanos en Filadelfia le hicieran para hablar en el acto conmemorativo que preparaban ese año de 1885, luego de extenderse en sus razones, se despide diciéndoles: “De toda mi alma, si es digna de ello, hago una corona, y la pongo, por la mano de los emigrados de Filadelfia, en el altar de los mártires del 10 de Octubre.”

De los muchos discursos que para enaltecer esta fecha pronunciara Martí entre los cubanos de las emigraciones, quiero recordar el de 1887, en el Masonic Temple de Nueva York ante un nutrido grupo de patriotas. En este discurso hace un análisis de la situación de Cuba bajo la bota despótica de España, donde los cubanos buenos vivían en dolorosa sumisión, si bien mantenían encendido en lo profundo de sus almas y en lo alto de sus conciencias limpias el fuego sagrado de la libertad. Habló de los malos cubanos que por el apego bochornoso al “buen vivir”, se sentaban a la mesa del amo criminal y lamían las mismas botas que pisaban la honra de su pueblo, pero resaltó también que “¡por cada uno que cae en vileza, hay dos que se avergüenzan de él!” Algunos podrían vacilar, otros mirar con tibieza los esfuerzos de pocos, pero al cabo “todos nos juntaremos, del lado de la honra, en la hora de la vindicación y de la muerte”, porque “¡nosotros somos el deseo escondido, la gloria que no se pone, el fin inevitable!”

En estas reflexiones entre los cubanos independentistas, Martí expone lo que a su juicio constituiría la mayor garantía de convencimiento al pueblo cubano de la isla y de las emigraciones: el mantenerse libre de ambiciones personales, de deseos de mando y de fortuna, porque los cubanos solo estaban dispuestos a seguir al desinterés por un camino donde, antes de acceder a la libertad, tendrían muchos de ellos que encontrar y desafiar la muerte. Por eso exclamará, en un arranque fervoroso y visionario de su propio destino: “¡Todo, oh patria, porque cuando la muerte haya puesto fin a esta fatiga de amarte con honor, puedas tú decir, aunque no te oiga nadie: “fuiste mi hijo!” ¡No hay más gloria verdadera que la de servirte sin interés, y morir sin manchas!”


DECLARADO ARMANDO HART HIJO ADOPTIVO DE BAYAMO

“Yo tengo de Bayamo el alma intrépida y natural.”

José Martí.

Por Carlos Rodríguez Almaguer.


Para los que asistimos este jueves 6 de octubre de 2011 al salón Simón Bolívar del Centro de Estudios Martianos en La Habana, la decisión de la Asamblea Municipal de Bayamo de declarar al doctor Armando Hart Dávalos Hijo Adoptivo de esa Ciudad Monumento Nacional, constituyó un acto de justicia martiana. Para el hombre que ha dado tanto de sí por el desarrollo de la cultura cubana en el último medio siglo, esta decisión “me llena de sano orgullo y me honra de manera excepcional”, según expresó, evidentemente conmovido, en sus palabras de agradecimiento.

En la resolución del órgano de gobierno bayamés, dada a conocer en el acto por su Presidente, el Máster en Ciencias Arturo Pérez Vázquez, se reconocen las contribuciones de Hart a la Revolución que guiada por Fidel y Raúl desembocó en la alborada de enero de 1959 y continúa con renovada energía en el siglo XXI. Como Ministro de Educación del naciente proceso y su papel en la organización de la Campaña de Alfabetización más radical realizada en este continente y que declaró a Cuba Territorio Libre de Analfabetismo en 1961; como Secretario Organizador del Partido Comunista de Cuba, en 1965; como Ministro de Cultura desde la creación de ese organismo en 1976, y como Director de la Oficina del Programa Martiano desde su fundación en 1997, entre otras responsabilidades, la obra creadora de Armando Hart ha contribuido a encauzar los esfuerzos del pueblo cubano y de sus dirigentes, en aras del desarrollo de la espiritualidad de la nación, siguiendo el camino trazado según las tradiciones de lucha legadas por los padres fundadores, especialmente el Apóstol de nuestra independencia, José Martí.

A nombre de los martianos granmenses, Teófila Acea Antunez, Presidenta de la Filial de la Sociedad Cultural José Martí en esa provincia, hizo entrega al doctor Hart de un cuadro donde se exhibe una fotografía del monumento erigido por el pueblo bayamés al Padre de la Patria, Carlos Manuel de Céspedes, primer Presidente de la República de Cuba en Armas. También Ludin Fonseca García, Director de la Casa de la Nacionalidad Cubana, enclavada en esa ciudad, reconoció los méritos del homenajeado y le entregó un hermoso diploma que lo acredita como Fundador de esa relevante institución cultural.

“Agradezco el inmenso honor que se me hace al conferirme la condición de hijo adoptivo de esa ciudad cuyo amor por ella  llevaré por siempre en mi  corazón”, concluyó Hart en su intervención.

En el acto estuvieron presentes además el doctor Roberto Fernández Retamar, director de la Casa de las Américas y de la Academia Cubana de la Lengua, Manuel Álvarez Vázquez, director Provincial de Cultura en Granma, así como personalidades de la cultura, intelectuales, y representantes de las instituciones martianas, entre otros participantes.