“Me crecen ganas de ayudar”, dice Silvio Rodríguez sobre los desafíos de la Cuba actual
Mónica Rivero
El próximo septiembre se cumplirán dos
años de una presentación del trovador Silvio Rodríguez en el barrio La
Corbata, una comunidad periférica de la capital aquejada de complejas
problemáticas sociales. Fue el paso que inició la Gira por los barrios,
que ha llevado a Silvio y sus invitados a la puerta de quienes viven en más de 30 lugares de los más humildes del país.
Con este pretexto, y en ocasión del
aniversario 40 del nacimiento del Movimiento de la Nueva Trova,
convidamos al artista a ofrecer su visión sobre qué ha sido de la
canción trovadoresca y de su propia obra, entretejida siempre con la
realidad cubana.
La
Nueva Trova se ha descrito como un movimiento, un lenguaje, una manera
de ver la vida, una postura política en el sentido amplio de la palabra.
¿Qué fue en lo relativo a una cultura revolucionaria, o una manera
revolucionaria de entender la cultura, particularmente la artística?
No me corresponde hablar por todos los
que fuimos parte de aquella Nueva Trova. Pero puedo decir que a mí me
marcaron la Campaña de Alfabetización y la creación de la Editora
Nacional, el peso de estos dos hechos en la vida cubana. Por el proyecto
de educación masiva que se llevaba a cabo, consideré que no se podía
seguir cantando igual, que el país adquiría una instrucción creciente y
que la canción debía corresponder al reto. Esa fue la filosofía básica
que me guió, al menos en mis comienzos.
“Por otra parte, se ha dicho que la Nueva
Trova tuvo de continuidad y también de ruptura. Lo innovador, la
propuesta, suele identificarse con lo revolucionario. Pero en la Nueva
Trova esto podría abarcar, además de una posible renovación musical y
literaria, algunas maneras de hacer -y puede que hasta de ser- eso que
se suele llamar “lo cubano”. La ética del trabajador de la cultura fue
parte de las motivaciones de mi generación, porque nos tocó emerger en
medio de un proceso revolucionario que aspiraba a una humanidad plena.
Eso nos llevó a un cuestionamiento de nosotros mismos, como personas,
además de como artistas.
“A nivel participante, ser de aquel grupo
fue, sobre todo, una gran experiencia humana; y claro que también
cultural, entendiendo la cultura como ese todo vivo, diverso y complejo
que, si bien es consecuencia, a veces también puede ser incidencia”.
¿Qué actualidad consideras que tienen el discurso y el espíritu de la Nueva Trova en la sociedad cubana?
La Nueva Trova, como cada etapa de la
trova cubana, surgió porque personas que tuvieron la vocación de hacer
canciones se fueron encontrando. El espíritu generacional, como siempre,
tuvo mucho que ver con los tiempos que se vivían. En nuestro caso
éramos un país en revolución, en rebeldía, y eso despertaba el
compromiso social, la conciencia de lo que era el mundo y las
aspiraciones de mejorarlo. Por esto la Nueva Trova apareció cantándole
con mucha naturalidad a su tiempo.
“Al principio, algunos no entendieron
nuestra franqueza juvenil. No solo políticamente, aunque también.
Nuestra libertad formal bastaba para provocar rechazo, porque por
entonces se decía que una canción debía tener 32 compases. Completaba el
“escándalo” que planteáramos asuntos que nunca se habían cantado. Y
mucho más que opináramos sobre una realidad que solo era cuestionada por
los más altos dirigentes. Por estos y otros desenfados, aquel grupo
inicial llegó a ser calificado de conflictivo.
“Por suerte mentes abiertas (Haydée
Santamaría, Alfredo Guevara y otros) nos dieron la oportunidad de
continuar trabajando, de estudiar, y con ello de mostrar lo que
valíamos.
“Por nuestra parte, en vez de acatar las
prohibiciones, empezamos a presentarnos dondequiera que nos escucharan.
Desde el inicio habíamos tenido buena recepción entre la gente, los
estudiantes y algunos intelectuales. Lo normal era que cada día
cantáramos en muchos lugares y así fuimos realizando un extenso trabajo
de base. El trabajo con el Grupo de Experimentación Sonora del ICAIC y
la difusión de nuestra música a través del cine nos acabó de sacar de la
oscuridad. Gracias a colegas latinoamericanos nuestras canciones
llegaron a otros países, donde, por supuesto, fueron recibidas como
voces de la Revolución.
“Ante esto el establishment cultural -que
poco antes nos había pedido la cabeza- se reconcilió con nosotros y
empezó a difundirnos. Tanto fue así, que se llegó a decir que “primero
estuvimos prohibidos y después fuimos obligatorios”. Pero ni aquello
empañó nuestras canciones. Por eso puede decirse que la Nueva Trova pasó
por la prueba suprema, que no es la del estigma, sino la de la
oficialización.
“Tampoco es una hazaña excepcional. En
muchos tiempos y lugares lo que una vez sufrió marginación después fue
aceptado. Pasó con la contradanza, con el tango, con el blues y con
otros estilos musicales. Falsos milagros que en realidad fueron logros
artísticos.
“Creo que muchas canciones de las que
hicimos tienen vigencia. Aunque he dicho que hubiera preferido que, al
menos algunas de las mías, envejecieran como señal de que la realidad
las superaba. Haber cantado con cierta puntería tampoco parece bastar,
al menos según ciertos patrones. Los nuevos tiempos también necesitan
nuevas voces, nuevos protagonistas.
“Ahora mismo parece estarse gestando en
Cuba algo prometedor. Está en el aire, para los que lo perciben, y está
siendo traducido en canciones, en arte que, aunque parece nuevo, tiene
antecedentes”.
El público espera de Silvio
Rodríguez música y poesía, por supuesto, pero también criterios, puntos
de vista. ¿Te concibes como un consejero que se maneja desde la
experiencia, o como alguien que comparte inquietudes y plantea
interrogantes?
Creo que por fortuna, me atreví a ir más
allá de lo que esperaban de mí algunos públicos. Tampoco me esclavicé a
los significados que connotaran o no mi forma de actuar.
“Me considero la consecuencia de una
trayectoria en algunos sentidos exploratoria. Esto me deparó sorpresas,
cuando no misterios. Sin embargo, nunca he sido desatento. Prestar
atención hacia dentro y hacia afuera es fundamental para el que canta y
cuenta cosas. Atentamente fui construyendo mi función. Y creo que esa
vigilia es algo innato en mí, porque la tenía antes de elegir oficio. Es
el imán que me hizo alfabetizador, y después pescador de alta mar e
internacionalista, no por creer que tenía algo que enseñar, sino por las
ganas que siempre he tenido de aprender”.
Has dicho que siempre te han
acompañado “responsabilidad y compromiso”. ¿Con qué ánimo asumes esas
compañías en la actualidad? ¿Qué es ser responsable y comprometido en
Cuba hoy?
En mi caso, eso se pudiera traducir en seguir intentando canciones y acciones que valgan la pena.
¿Cómo discernir entre la coherencia consecuente con los principios y la rigidez o la petrificación?
Por el dolor. Pero eso supongo que lo
experimenta cada cual “según su capacidad”, como decían los clásicos que
debía ser el aporte del individuo al socialismo.
Se dice que la obra es
independiente del artista, que es autónoma en su destino. Aun así, ¿qué
trascendencia deseas para la tuya?
Algunos libros -palpables y virtuales-
dicen que lo que canto ha trascendido “a pesar de sus ideas políticas”…
Sinceramente, a mí me suena raro… En cualquier caso siempre puede pasar
que alguna canción quede. Si así fuera, ojalá no la cambien… Solo muy al
principio, influido por el romanticismo, tuve unos leves sueños de
posteridad. Pero enseguida comprendí que solo se trataba de amor por un
oficio.
Evocando al Che, en un texto te
preguntas: “¿Qué diría el argentino de todo esto?”. Traigamos la
pregunta a estos días: ¿Cómo se evaluaría desde la aspiración inicial de
la Revolución lo que ha resultado o está resultando ser este país?
Creo que la idea primigenia de la
Revolución es el afán de justicia social. Así que “el argentino”
posiblemente hubiera hecho un análisis crudo de nuestra realidad y
estuviera impulsando cambios, como trata de hacerlo nuestro Presidente,
que también es uno de los fundadores de la Revolución.
Por eso ahora se está pidiendo, desde el
socialismo, otra mentalidad, una evolución que deje atrás conceptos
obsoletos y prácticas erróneas. Ante esta autocrítica que, creo yo, se
la está haciendo lo mejor del Gobierno (actitud muy guevariana por
cierto), me crecen ganas de ayudar.
“En 1989 realicé una gira que llamé Por la Patria,
que empecé en la cima del Turquino y llevé por todo el país con
Afrocuba; hacía algunos años que la venía concibiendo. Y es que en los
80 se veían acercar sucesos que nos afectarían. Sin embargo, por
entonces Cuba no estaba tan deprimida como ahora. Por eso esta Gira por
los barrios me parece que no tiene fin; es la gira interminable. Acaso
acabaría si regresara a La Corbata, que fue por donde la empecé, y viera
que las condiciones de vida han mejorado. Quisiera tener esperanzas
fundadas para pensar así, aunque la esencia de algunos de nuestros
problemas yace bajo mucha basura acumulada.
“Esa basura traspasa el mal
funcionamiento y llega a la indolencia. Y la indolencia es un profundo
problema humano. Si la generosidad del socialismo (aun con sus errores)
no ha podido con ella, cómo sería con las políticas liberales y su culto
a los ricos. No es necesario defender una ideología, basta con ver el
mundo”.
Nota: La presente entrevista es
parte del libro Por todo espacio, por este tiempo. Con Silvio Rodríguez
en barrios de La Habana, de próxima publicación.
(Tomado de Juventud Rebelde)
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