lunes, 27 de agosto de 2012

 CUBA: 
LA ISLA Y LA PATRIA EN JOSÉ MARTÍ

“A través del fragor de los combates,
 la patria se hizo visible para todos.
Cada cual pudo escoger servirla o no.
Nadie pudo, ya, desconocerla.”

Cintio Vitier
Ese Sol del mundo moral



Por Carlos Rodríguez Almaguer.

En los albores de un nuevo curso escolar, quiero volver sobre un tema que nos ha preocupado siempre a los cubanos: la enseñanza de nuestra Historia Patria. Y me refiero a la Historia de Cuba como Isla, su surgimiento y composición, para lo cual nos auxiliamos de la Geografía Física; y además, como Patria, en el sentido espiritual y perdurable que involucra también conceptos como la Nación como a la Nacionalidad, en sus orígenes, procesos y devenir.

En su relampagueante y dolorosa peregrinación por los caminos de una época germinal, José Martí reveló más de una vez su concepto de patria. El primero de ellos, conocido por todos, fue en los versos de Abdala, cuando apenas contaba los quince años. Desde entonces nos dejará claro que “El amor, madre, a la Patria/ no es el amor ridículo a la tierra/ ni a la hierba que pisan nuestras plantas…”, acaso porque, habiendo bebido en los versos de Heredia aquella verdad tan evidente como triste de que en Cuba coexistían “las bellezas del físico mundo” y “los horrores del mundo moral”, queda establecida, por primera vez para él y de manera definitiva, la diferencia entre Cuba, la Isla, y Cuba, la Patria. Fue así como, amando entrañablemente a la Isla firme y espléndida, se dedicó por entero a consolidar en ella y para ella la Patria como espacio espiritual donde habría de conquistarse, “con todos y para el bien de todos”, “toda la justicia”, y ponerla tan alta como las palmas, de manera que todos los cubanos fueran iluminados por “ese Sol del mundo moral” del que había hablado Don José de la Luz y Caballero.


Y es de esa Patria de la que nos hablará desde el destierro, en El Presidio Político en Cuba, a los diecisiete años: “Mi patria me había arrancado de los brazos de mi madre, y señalado un lugar en su banquete. Yo besé sus manos y las mojé con el llanto de mi orgullo, y ella partió, y me dejó abandonado a mí mismo (…) Volvió el día 5 severa, rodeó con una cadena mi pie, me vistió con ropa extraña, cortó mis cabellos, y me alargó en la mano un corazón.” Y terminará la descripción de este, su primer encuentro personal con ella, pintando una escena desgarradora y sublime: “Mi patria me estrechó en sus brazos, y me besó en la frente, y partió de nuevo, señalándome con la una mano el espacio y con la otra las canteras.”


Cuando acababa de cumplir los veinte años, y aún desterrado, frente a la impostura de los representantes de la recién estrenada república española que no reconocían, bajo el pretexto de la integridad del territorio de la Madre Patria, el derecho de Cuba a la independencia y a su organización republicana, Martí publica un enjundioso análisis, cargado de sólidos argumentos para defender la voluntad y el derecho del pueblo cubano a construir con su valor, inteligencia y esfuerzo, la patria propia. El 15 de febrero de 1873 —tres meses antes de que cayera en los potreros de Jimaguayú el Mayor Ignacio Agramonte— se publica en Madrid su escrito La República Española ante la Revolución Cubana. Uno de los más poderosos argumentos que emplea para desbaratar las objeciones del nuevo gobierno español es, precisamente, la diferencia entre la idea de Patria, y un espacio físico determinado. Y en el caso específico del diferendo entre la isla colonial y la metrópoli peninsular, Martí vuelve a esgrimir en prosa lo que había dicho en versos su entrañable José María Heredia: “Que no en vano entre Cuba y España/ Tiende inmenso sus olas el mar.” “Y se habla —dice Martí— de integridad del territorio. —El Océano Atlántico destruye este ridículo argumento.” Entonces desnuda, para todos los tiempos, su más acabado concepto de Patria cuando sentencia: “Y no constituye la tierra eso que llaman integridad de la patria. Patria es algo más que opresión, algo más que pedazos de terreno sin libertad y sin vida, algo más que derecho de posesión a la fuerza. Patria es comunidad de intereses, unidad de tradiciones, unidad de fines, fusión dulcísima y consoladora de amores y esperanzas.” Por eso Patria podría ser también la Humanidad, como dirá más tarde casi al final de su vida, porque más allá de los espacios físicos geográficos, y así como jamás creyó en la existencia esencial de las razas, era un convencido de lo que llamó “la identidad universal del hombre.”


Al mismo tiempo que niega la posibilidad “física” de la unión entre los dos factores en disputa, va argumentando las diferencias en el proceso de conformación de ambas nacionalidades. Aunque en ese momento la nacionalidad cubana se encontraba en la que sería reconocida más tarde como su principal fragua, es decir, la Guerra de Independencia iniciada el 10 de octubre de 1868 y que culminaría diez años más tarde, la cual contribuyó a amalgamar y consolidar los entes diversos que venían habitando la isla desde al menos tres siglos antes, Martí le reconoce ese carácter no solo por las costumbres y las tradiciones que ya en cierto modo distinguían al conjunto mayoritario que poblaba la isla, sino y sobre todo por el sentimiento de otredad que también había hecho posible el alzamiento revolucionario en pos de conquistar para sí misma una existencia propia, digna e independiente.


De tal manera que, en tiempos de globalización y cercanías comunicacionales, cuando los poderosos de este mundo procuran, por un lado la abolición de los estados nacionales en aras de un gobierno mundial —a veces sutil, a veces escandalosamente evidente— enarbolando la idea de un mundo único para lo cual prostituyen el concepto de patriotismo confundiéndolo con un nacionalismo xenófobo, y por la otra arremeten contra la pluralidad cultural y religiosa bajo pretextos cada vez más burdos, resulta imprescindible para Cuba que nuestra historia no se reduzca a una suma cronológica de fechas, lugares y personalidades, sino que se enfatice en la manera en que el carácter cubano, encarnado en cada uno de esos nombres ilustres de mujeres y hombres, hizo cambiar una realidad determinada, y convirtió a un día, un lugar y un hecho acaso fortuitos, en una fecha, un lugar y un hecho históricos.


Las dotes inteligentes nos vienen al nacer, y pueden desarrollarse o aún atrofiarse, según la orientación y la voluntad, pero el carácter hay que construirlo con firmeza y constancia, por ello son inaplazables todos los esfuerzos para afianzar en cada uno de nosotros y de los hijos y nietos que habrán de continuarnos, la idea sublime de la Patria que concibió José Martí, resumiendo una época, para que seamos capaces de comprenderla, amarla y defenderla, si queremos conservar nuestra identidad nacional y aún todavía la Isla maravillosa que habitamos.

1 comentario:

  1. Análisis equilibrado. Patria física y Patria Espiritual, he ahí el debate, he ahí el camino. La segunda está alojada en una minoría ilustrada y épica que hizo el camino al cambio. La primera muy trivializada, reducida a la carnavalización de la ligereza del cubano. La segunda, símbolo que nos permite mirar alto y creer que es posible no morir en lo oscuro....abrazos

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