La voz del Hudson
Daniel Chavarría presenta disco de Tanmy: “Destinada a hacer época en la música de Cuba”
(Tomado de La Pupila Insomne)
Como habíamos prometido, publicamos las palabras de presentación del disco Tanmy, niña traviesa,
de próxima aparición por la disquera Bis music, acompañadas del video
clip de uno de los temas incluidos en ese fonograma: “Cambios”. Gracias
a Daniel y a Tanmy por su cortesía con La pupila insomne.
Daniel Chavarría
En 1962 yo vivía en Buenos Aires, y al estallar la Crisis de Octubre tuve
el delirio onírico más polícromo y ominoso de mi existencia: me soñé
remando en un bote por el río Hudson, mientras un nutrido bombardeo
destruía la ciudad de Nueva York; pero los estruendosos estallidos y
derrumbes se oían en sordina, acallados por una ubicua voz de mujer
joven que cantaba himnos anunciadores del Juicio Final.
Eran jubilosos cánticos de alabanza a la justicia divina y al inicio de
la verdadera vida; eran llantos de gratitud por la vista anticipada,
entre bombas, llamaradas y rascacielos en caída, del prometido Reino de
los Cielos. La voz, afinadísima pero emitida sin impostación, no sólo
cantaba, gemía, reía, susurraba o gritaba, sino que se manifestaba con
la sencilla diafanidad del habla; y yo la recibía como fogonazos de luz
alentadora.
Esa misma voz pura y simple, sin
solemnidades, captó mi atención medio siglo después en un programa de la
TV cubana donde de inmediato reconocí a Tanmy, una amiga de mis hijos, a quien yo conocía, pero sólo como violinista. Aquel programa me informó de su reciente triunfo en el Premio Ojalá 2010, por musicalizar un poemario de Rubén Martínez Villena; y supe también que muy pronto se lanzaría ese primer disco suyo, donde debutara como cantante y en parte acompañada por Silvio con su magistral segunda.
Y como ella era nacida más de 20 años
después de aquel sueño apocalíptico que yo nunca olvidé, de inmediato la
llamé por teléfono para pedirle que viniera con su violín a cantar en
mi casa. Había descubierto a mi ideal de cantante por la que yo esperara
tantos años.
Tanmy no usaba impostación ni la severa
preceptiva del gran arte lírico. Era canto, sí, y bellísimo, pero con
las sonoridades y cadencias del habla articulada por una joven cubana de
nuestro tiempo. Yo he disfrutado de muy disímiles timbres: Carlos
Gardel, Mercedes Sosa, Marian Anderson, Elena Burke, Alfredo Zitarrosa,
Paul Robson, pero ninguno se acercó tanto al que diera fondo musical a
mi delirio sobre el Hudson.
Pese a no ser musicólogo, he querido
contribuir a la presentación de este segundo CD de Tanmy, que en
realidad es el primero de su autoría total, y se llama Tanmy, niña traviesa. Aparte
de original, el título me huele a muy sincero y autobiográfico; y como
escritor y un poco como esteta, quiero entrometerme para afirmar con
total convicción, que estamos en presencia de una artista destinada a
hacer época en la música de Cuba.
Además de la fascinación vocal y sus
virtudes poéticas, Tanmy nos regala también sus violines y los coros,
grabados por ella misma uno a uno, como la música de cámara. De otra
parte, la compositora reitera en este disco la variedad genérica que ya
exhibiera en el primero, donde alterna el son cubano predominante, con
danzón, reggae, contradanza, tango, guajira y otros. El tema unitario
del repertorio en este disco son las tribulaciones del amor, los
desencuentros, cobardías, mezquindades, y los aleluyas por el ideal
encontrado tras larga espera. Son tópicos frecuentes en la temática
musical de casi todos los géneros de Latinoamérica, pero como lúcida
hija de su país y de su tiempo, Tanmy no incurre en ninguna de las
viciosas herencias del subdesarrollo que lastran en gran parte las
letras de nuestro continente con el estigma de la falsa poesía, el
machismo, la humillante sumisión de la mujer avasallada, la sexualidad
barata, y otras concesiones al mal gusto orillero disfrazado de realismo
o identidad nacional.
Bravo, muchacha; y ojalá nunca te abandonen los duendes que te incuban.
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