viernes, 31 de agosto de 2012


EE.UU.: Obama 
¿Un presidente del mundo o un producto más del ‘marketing’ imperialista estadounidense?
 

Por Nagham Salman
Con la caída de la Unión Soviética en 1989 y la desaparición de un mundo bipolar existente desde el fin de la Segunda Guerra Mundial, la política internacional experimentó un giro extraordinario y Estados Unidos consagraría su hegemonía mundial y expandiría su modelo económi
co .La Escuela de Chicago y sus Neocon se las prometían muy felices y el neoliberalismo económico de Ronald
Reagan y Margaret Tatcher tenía ya vía libre para expandirse por todo el globo terráqueo.

Desde aquella fecha, los sucesivos gobiernos estadounidenses, con el apoyo de sus aliados de la OTAN y de sus respectivas multinacionales y personales diplomáticos, se marcaron el objetivo de “expandir la democracia y los derechos humanos para lograr el desarrollo y el progreso de todos los pueblos del mundo”.

El ‘american way of life’ significaría ‘el fin de la historia’, en palabras de Francis Fukuyama, en el sentido de proporcionar un futuro de esplendor y paz para toda la humanidad. El cine de Hollywood, la música pop anglosajona, Coca-Cola y McDonald´s transmitían esos nuevos valores.

El Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial y, a partir de 1995, la Organización Mundial del Comercio, serían las instituciones internacionales que servirían de plataforma para la globalización económica. Al mismo tiempo, las Naciones Unidas y sus diferentes organismos sectoriales han sido el foro de deliberación y negociación donde se han firmado los acuerdos que han marcado el devenir de la globalización política.

La OTAN ha entrado en escena siempre que los mecanismos anteriores, dominados por los servicios de inteligencia anglosajones, no han conseguido su objetivo a través de la persuasión, la intimidación e incluso el chantaje.

Las eminencias académicas norteamericanas que se han manifestado en contra de esta deriva neoimperialista, entre los que cabe resaltar a personalidades como Joseph Stiglitz y Noam Chomsky, han sido relegadas al ostracismo por los medios de comunicación de masas, el cuarto poder del Imperio.

A día de hoy, casi 25 años después de la caída del bloque comunista, el balance que podemos hacer de la reciente y todavía existente histeria imperialista yanqui no es demasiado alentador. A nivel político, las desigualdades entre países siguen acentuándose y a nivel social, el capitalismo salvaje ha llevado a que unos pocos tengan demasiado de todo, muchos poco de poco, y muchísimos nada de nada.

A nivel medio ambiental, un modelo económico insostenible ha llevado a la tierra a una situación límite de cambio climático acelerado, mientras el protocolo de Kyoto ha sido pospuesto sine die porque los países ricos se niegan a reducir sus emisiones de CO2 si eso significa reducir el consumismo en el que se basa la felicidad occidental.

A nivel geoestratégico, que es el aspecto en el que vamos a profundizar, ya desde finales de los años noventa del siglo pasado, varias potencias emergentes dieron señales de poder crear a medio plazo las condiciones propicias para que se produjera una transición pacífica de un mundo unipolar a un mundo multipolar.

El gran poder hegemónico, que se sintió amenazado, decidió suceder la cara amable de Bill Clinton por George W. Bush, que pasará a la historia como el primer gran tirano del tercer milenio. Si se suele decir que Estados Unidos consideró a América Latina su patio trasero desde que derrotó a los españoles en Cuba en 1898, George W. Bush ha considerado el mundo entero como un res nullius susceptible de ser ocupado. Su arrogancia y prepotencia no es espontánea y todo fue minuciosamente calculado.

La gran obra maestra de los servicios de inteligencia anglosajones, el autoatentado del 11-S, fue el pretexto perfecto para iniciar la “guerra contra el terror” contra el “eje del mal” allá donde se estuviera cerca de China y Rusia y de recursos energéticos.

Tras ocho años de administración Bush, la expansión neocolonialista en Asia Central, Oriente Medio y Asia Pacífico y la elaboración del plan Africom, comandada por un presidente héroe para pocos y villano para muchos, había dejado el prestigio internacional de Estados Unidos por los suelos.

Ello daría lugar a una nueva obra de arte de la inteligencia norteamericana: un presidente afroamericano y sonriente sin apenas bagaje político y que prometía algo especial. “Yes, we can”.

Barack Obama ganó contra todo pronóstico las primarias del Partido Demócrata contra Hillary Clinton, a la que incorporaría posteriormente como jefa de la diplomacia estadounidense. Durante la campaña electoral, recaudó el doble de fondos que el republicano John Mc Cain, y los principales medios de comunicación de masas occidentales apoyaron al candidato demócrata desde un primer momento. Por momentos, parecía que debía ser el presidente del mundo y su poder de seducción política arrojaba un rayo de esperanza hacia el futuro de la comunidad internacional.

Como si de una película de Hollywood se tratara, tras una carrera meteórica se alzó con la victoria y sus discursos se retransmitirían por todos los continentes. La mejor marca publicitaria del siglo.

Tras cuatro años en el poder, el mundo ha presenciado como Barack Obama ha sido solo un nuevo engaño de la inteligencia estadounidense, un producto de marketing imperialista (como lo fueran Al Qaeda y Bin Laden), que pretende hipnotizar a la opinión pública internacional mientras el Imperio alarga sus tentáculos para perpetuar un mundo unipolar.

Diversos documentos secretos sacados a la luz recientemente atestiguan un pasado familiar estrechamente ligado a la CIA, hasta el punto de que algunos analistas ya lo han apodado como “el hijo de la CIA”: La biografía oculta de los Obama (primer enlace), una familia al servicio de la CIA (segundo enlace).

En mi próximo artículo analizaremos en detalle la política exterior estadounidense durante estos últimos cuatro años de administración Obama, pero sobre todo las previsiones de radicalización de la figura de Obama, que se pronostica a partir de su más que posible victoria electoral en noviembre. Nos centraremos en la región de Oriente Próximo y en el rol de Hillary Clinton como contrapeso del presidente.

Nagham Salman / RT
 
(Tomado de Facebook)

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