martes, 31 de enero de 2012

UN SILENCIO Y UN ABRAZO PARA MARTÍ



 

Palabras de Reynaldo Lacámara Calaf. Poeta y Presidente de la Sociedad de Escritores de Chile.



Para rescatar desde lo más profundo de la historia de nuestra América Morena la voz y la vigencia de José Martí… lo primero es el silencio.
  
Ese instante que precede al tierno vigor de un hombre, de un joven latinoamericano de apenas 159 años, cuyo verso hoy se hace presente con la lozanía primera de todo aquello que transita por el rostro de nuestra gente y de sus sueños inconclusos.En él se resuelve y sintetiza la larga peregrinación de hombres y mujeres que han sembrado dignidad, esperanza y amaneceres en América Latina… desde Atahualpa a Salvador Allende… hasta la “grandes Alamedas” de este Chile rejuvenecido por  estudiantes plenos de vida y conciencia.

 En Martí reconocemos la alborada de un canto empapado de manos encallecidas, sonrisas inéditas y caminos por inaugurar.La poesía de un hombre fundacional, como él, conserva la frescura y el impacto de aquello que trasciende el micro espacio de su génesis para proyectarse a través de los poros de la historia hasta la urgencia misma de estos días, con sus prisas y demoras. Refundamos la posibilidad histórica de un continente nuevo y audaz cada vez que el día a día se transforma en desafío y posibilidad. Cuando lo asumimos con la convicción martiniana de que la historia nos pertenece y la construimos desde la belleza, el desparpajo y la irreverencia de quienes se saben protagonistas del presente y habitantes de un futuro cada vez más nuestro.

 Para hablar de Martí lo primero es el silencio.Para seguir a Martí lo primero es el “nosotros”, generoso, simple, como una sonrisa, un café, un vino o una caricia en la madrugada. Un “nosotros” necesario, insustituible, a la hora de derrotar la antropofagia y volvernos a abrazar.En esta tarea la palabra y la belleza nos invitan a un nuevo modo de traducir la vigencia de una vida y obra, como la de José Martí, que Gabriela Mistral definiera como “una vida y obra sin acabamiento”. Es decir una vida sin límites o fronteras marcadas por la pequeñez o la miopía sobre sí mismo y los demás, que hace creer profetas a los que apenas son comentaristas. Por encima de la mirada autocomplaciente, impuesta como señal de identidad, para no incomodar ni alterar los equilibrios, para no poner en peligro nuestras porciones de poder o influencia, por encima de todo eso hoy José Martí nos vuelve a repetir…”Ganado tengo el pan: hágase el verso”…



Santiago de Chile, 28 de enero de 2012

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