EL LEGADO DE CHÁVEZ
Por Carlos Rodríguez Almaguer.
Chávez se nos ha ido a otra dimensión. Grande ha sido la pérdida. Pero el único consuelo, aunque hoy por el dolor no lo parezca, es serle consecuente en cada idea, en cada acto, en tratar de concretar en hechos cada sueño que no le dio tiempo cumplir. Porque él solo transitó del plano de la realidad hacia la historia a través del único conducto posible para nosotros los humanos: la muerte física.
Ahora es invencible, invicto, por los siglos de los siglos, su ejemplo y su tierna y entrañable memoria mantendrán asustados a los que lo combatieron en vida, porque ahora no hay un sitio exacto donde saber que está, pues está en todas partes; porque ahora está libre de cometer aquellos errores propios de quienes todos los días toman decisiones aún cuando sean de buena fe, y esa infalibilidad de aquí en más es el sello de gloria que le han puesto en la frente los que lo asesinaron.
Queriendo eliminar su influencia en las mayorías, le entregaron al bravo pueblo de Bolívar un ejemplo cimero de que el heroísmo no es cosa del pasado y de los libros, que se puede ser héroe aquí y ahora luchando del lado de los pobres, de los desamparados, de los buenos, de los generosos aún cuando no sean pobres. Chávez nos demostró que la enajenación consumista a la que nos convidan desde el capitalismo no ha podido matar a la épica de los corazones nobles cuando de defender un derecho frente a una injusticia se trata.
Echó, sin miedos ni prejuicios, sobre sus hombros robustos de soldado las banderas del socialismo, cuando, salvo excepciones, habían sido abandonadas por unos, desprestigiadas por otros y traicionadas de muchas maneras. Nos enseñó que Cristo y Marx pueden juntos ayudar al pobre; que el patriotismo es mayor cuando se trata de construir una sociedad que sea la patria de todos los hombres y mujeres de todas las culturas, de todas las razas, de los cuatro puntos cardinales, porque la Patria del Hombre habrá de ser toda la Tierra si queremos de verdad un mundo mejor.
Chávez actualizó a Bolívar, a Martí, a todos los grandes de América y del mundo, y nos dejó como el mayor tesoro el ejemplo de una vida de lucha, esfuerzo y amor que se inició mucho antes de llegar al Palacio de Miraflores y al Comando de los humildes de este mundo.
En estos momentos de tristeza deberíamos recordar a Martí cuando nos dijo que "“Hay un límite al llanto sobre las sepulturas de los muertos, y es el amor infinito a la patria y a la gloria que se jura sobre sus cuerpos, y que no teme ni se abate ni se debilita jamás; porque los cuerpos de los mártires son el altar más hermoso de la honra.”
Para honrar a Chávez bien podríamos comenzar haciendo lo que cada uno tenga a su alcance desde el lugar en que le corresponda para ayudar a un compatriota a que tenga una vida mejor, más digna y menos difícil. Al bravo pueblo ya él mismo le dio su tarea inmediata: garantizar que el proyecto bolivariano siga adelante, y el primer paso para el cumplimiento de esa orden del Comandante Invicto de Nuestra Madre América, cada hijo de Bolívar puede darlo, sin grandes sacrificios, el 14 de abril, esta vez no con las armas de fuego, sino "con las armas del juicio, que vencen a las otras", como quería Martí, y el arma del juicio, en estos tiempos inciertos todavía, es un voto en la urna.
Nada más.
Chávez se nos ha ido a otra dimensión. Grande ha sido la pérdida. Pero el único consuelo, aunque hoy por el dolor no lo parezca, es serle consecuente en cada idea, en cada acto, en tratar de concretar en hechos cada sueño que no le dio tiempo cumplir. Porque él solo transitó del plano de la realidad hacia la historia a través del único conducto posible para nosotros los humanos: la muerte física.
Ahora es invencible, invicto, por los siglos de los siglos, su ejemplo y su tierna y entrañable memoria mantendrán asustados a los que lo combatieron en vida, porque ahora no hay un sitio exacto donde saber que está, pues está en todas partes; porque ahora está libre de cometer aquellos errores propios de quienes todos los días toman decisiones aún cuando sean de buena fe, y esa infalibilidad de aquí en más es el sello de gloria que le han puesto en la frente los que lo asesinaron.
Queriendo eliminar su influencia en las mayorías, le entregaron al bravo pueblo de Bolívar un ejemplo cimero de que el heroísmo no es cosa del pasado y de los libros, que se puede ser héroe aquí y ahora luchando del lado de los pobres, de los desamparados, de los buenos, de los generosos aún cuando no sean pobres. Chávez nos demostró que la enajenación consumista a la que nos convidan desde el capitalismo no ha podido matar a la épica de los corazones nobles cuando de defender un derecho frente a una injusticia se trata.
Echó, sin miedos ni prejuicios, sobre sus hombros robustos de soldado las banderas del socialismo, cuando, salvo excepciones, habían sido abandonadas por unos, desprestigiadas por otros y traicionadas de muchas maneras. Nos enseñó que Cristo y Marx pueden juntos ayudar al pobre; que el patriotismo es mayor cuando se trata de construir una sociedad que sea la patria de todos los hombres y mujeres de todas las culturas, de todas las razas, de los cuatro puntos cardinales, porque la Patria del Hombre habrá de ser toda la Tierra si queremos de verdad un mundo mejor.
Chávez actualizó a Bolívar, a Martí, a todos los grandes de América y del mundo, y nos dejó como el mayor tesoro el ejemplo de una vida de lucha, esfuerzo y amor que se inició mucho antes de llegar al Palacio de Miraflores y al Comando de los humildes de este mundo.
En estos momentos de tristeza deberíamos recordar a Martí cuando nos dijo que "“Hay un límite al llanto sobre las sepulturas de los muertos, y es el amor infinito a la patria y a la gloria que se jura sobre sus cuerpos, y que no teme ni se abate ni se debilita jamás; porque los cuerpos de los mártires son el altar más hermoso de la honra.”
Para honrar a Chávez bien podríamos comenzar haciendo lo que cada uno tenga a su alcance desde el lugar en que le corresponda para ayudar a un compatriota a que tenga una vida mejor, más digna y menos difícil. Al bravo pueblo ya él mismo le dio su tarea inmediata: garantizar que el proyecto bolivariano siga adelante, y el primer paso para el cumplimiento de esa orden del Comandante Invicto de Nuestra Madre América, cada hijo de Bolívar puede darlo, sin grandes sacrificios, el 14 de abril, esta vez no con las armas de fuego, sino "con las armas del juicio, que vencen a las otras", como quería Martí, y el arma del juicio, en estos tiempos inciertos todavía, es un voto en la urna.
Nada más.
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